miércoles, 23 de octubre de 2013

JULIA, DE AUGUST STRINDBERG

Se ha especulado mucho sobre lo hizo Nora cuando se marchó, al final de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen. Pero parece claro que Nora representa la mujer moderna que empieza entonces a coger las riendas de su propia vida. August Strindberg fue discípulo de Ibsen y su teatro naturalista evolucionó paulatinamente hacia el expresionismo, dando como resultado una de las producciones dramáticas más consistentes de finales del transito entre los siglos XIX y XX. Pero Julia, la protagonista de la obra que ahora comentamos es la antítesis de Nora.

Strindberg plantea el desarrollo de su obra en un ambiente muy alejado de la burguesía triunfante de la industrialización, y lo enmarca dentro del ambiente de una aristocracia rural que, por otra parte, seguirá subsistiendo con sus específicas relaciones durante gran parte del siglo entrante. Hoy diríamos que Julia es una niñata. Una joven aristócrata, caprichosa y descerebrada, con un pasado familiar turbulento. Intenta romper las barreras que le impone un estricto ámbito social y absorbe unas ideas modernas que no pueden verificarse en un cerrado y agobiante entorno. En la obra se plantea un binomio de relaciones que hará de detonante del conflicto dramático. Por un lado Julia es ama y mujer. Por otro, Juan es criado y hombre.

Christiane Jayahy es la responsable de esta versión que titula simplemente como Julia, y que lleva la trama a su país de origen, Brasil, en el momento actual.  Remarcaré aquí que es una versión, pues se trata del mismo género teatral, y no una adaptación como reza en el programa de mano. Adaptación se refiere siempre a la traslación de un ámbito artístico a otro. A esto hay que sumar la actualización a la época actual de la obra, que supone una dificultad añadida a la hora de dar coherencia al texto.

Strindberg puedo haber propuesto una obra con un personaje femenino tipo Nora, pero lo que hace es llevar el drama, que intitula naturalista, a una especie de mundo arcaizante que tiene las horas contadas. Es en ese mundo trasnochado donde tiene sentido la personalidad de Julia. Y de ahí que no se entienda demasiado bien que una joven que decide liarse con su criado luego no sepa resolver la situación, que Juan (Jelson en esta versión) parezca anclado feudalmente a la casa donde sirve o que al final los mismos actores-personajes intentando dar un giro de modernidad a la obra apelen directamente al público sobre que debe hacer Julia. El público, por supuesto, no contesta. Por lo que deciden dejar traslucir un final, también discutible, de suicidio por parte de la protagonista.

Si modernizar la obra consiste en la utilización del video como eje dramatúrgico, esto no parece compensar las líneas de inestabilidad que se crean al despojar al conjunto de una mediana coherencia. La puesta en escena se basa en velar-mostrar un tanto aleatoriamente los sucesos que desencadenan el drama. De igual manera que se proyectan videos pregrabados que los actores observan desde el mismo escenario, se graban y proyectan en directo otras escenas en una especie de escenario velado tras las pantallas corredizas que hace de falso foro. Tras el mismo se encuentran, y medio se adivinan por parte del espectador, las distintas estancias donde sucede la acción. Es decir, la cocina a la derecha y la habitación a la izquierda (siempre desde la perspectiva del espectador), aunque en la obra de Strindberg todo ocurre en la cocina. El primer término se reserva para algunas acciones aisladas y, sobre todo, para la apelación directa al público.

Hacer visible la habitación también supone incluir el sexo explícito entre los protagonistas. Trasgresión que se permiten los personajes, que sin embargo luego se ven atenazados por constricciones demasiado trasnochadas, de las que resultan esas inestabilidades que referíamos antes. Por eso se fuerza la apelación al público para que tome partido en aquellos momentos en que la trama queda bloqueada. Por eso, también, Julia sale despavorida huyendo de Jelson, cuando se percata de la cobardía de este y de que realmente no la ama. Y sale literalmente a las calles del barrio de Lavapiés, donde está el teatro, y donde las cámaras siguen filmando. Se completa así la utilización de todos los espacios reales y virtuales disponibles.

Los actores están en todo momento en un registro actual e intentan meterse en la piel de unos personajes indefinidos, que cambian de registro sin que ello se derive de sus propias acciones. De hecho, el que se simule la grabación de una película, con el cámara casi permanentemente es escena, y que incluso se separen las escenas con los preceptivos "corten", propios del rodaje cinematográfico, hace que la interpretación no pueda adquirir una mínima continuidad. De ahí que al final la directora opte por romper definitivamente la cuarta pared y Julia ponga en manos del público la resolución de su drama. Y pese a todo ello, hay que reconocer que ambos actores son capaces de mantener la dignidad de sus personajes y adecuarse perfectamente a los continuos cambios que propone la puesta en escena.

La sustracción del personaje de la cocinera, que sólo aparece en algunas imágenes pregrabadas, es otro de los problemas a los que hay que hacer referencia. En la obra de Strindberg, Juan va a casarse con ella. Si bien entiende sus devaneos como hombre, no entiende que estos se verifiquen con el ama de la casa. Por eso, cuando se levanta por la mañana y descubre que es algo más que un devaneo, que Juan intenta utilizar a Julia como un medio de ascenso social y que ella ha entrado en el juego, sin que por supuesto crea que han mantenido relaciones sexuales, piensa que ya no puede permanecer en una casa donde los amos han roto una regla esencial. Aunque Juan (Joel) piense seguir en la casa e induzca a Julia a irse, ella no puede continuar como si no hubiera pasado nada. E introduce de nuevo el anacronismo, que también se pronuncia en la puesta en escena que estamos comentando, de que si los señores no son mejores que los criados se viene abajo la justificación de porqué cada uno ocupa una determinada posición. Y todo esto sin entrar en la configuración de los criados como personajes de color, lo que no fructifica en ningún conflicto o planteamiento racial.

En resumidas cuentas, me parece loable el intento de generar dramaticidad con el auxilio de las nuevas tecnologías, siempre que estas aporten un nuevo enfoque o enriquezcan la representación. El mismo Strindberg escribió un prólogo maravilloso a la obra donde expresa sus ideas sobre la puesta en escena, subrayando aquello que suponía en su momento modernizar el teatro sin tener que recurrir a una revolución radical del mismo, que considera espuria. Sustraer permanentemente al público teatral de la fuente primaria de su satisfacción, que es el contacto con los actores, debe de tener una fuerte justificación. Lo velado de la situación, esencialmente un amor-relación prohibido, no parece justificar este planteamiento, cuando las mismas premisas de esta prohibición no están bien resueltas con la actualización de la trama.




JULIA
ADAPTACIÓN DE LA SEÑORITA JULIA DE AUGUST STRINDBERG
TEXTO Y DIRECCIÓN: CHRISTIANE JATAHY
REPARTO: JULIA BERNAT (Julia), RODRIGO DOS SANTOS (Jelson) DAVID PACHECO (Camara en mano) y TATIANA TIBURCIO (Cristina, sólo aparece en filmación).
VO en portugués, con sobretítulos en español. 80' aprox.
TEATRO VALLE-INCLAN, MADRID. Sábado 19 de octubre de 2013.
CICLO "UNA MIRADA AL MUNDO" DEL CDN.

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