Se ha especulado
mucho sobre lo hizo Nora cuando se marchó, al final de Casa de muñecas, de Henrik Ibsen. Pero parece claro que Nora
representa la mujer moderna que empieza entonces a coger las riendas de su
propia vida. August Strindberg fue discípulo de Ibsen y su teatro naturalista
evolucionó paulatinamente hacia el expresionismo, dando como resultado una de
las producciones dramáticas más consistentes de finales del transito entre los
siglos XIX y XX. Pero Julia, la
protagonista de la obra que ahora comentamos es la antítesis de Nora.
Strindberg
plantea el desarrollo de su obra en un ambiente muy alejado de la burguesía
triunfante de la industrialización, y lo enmarca dentro del ambiente de una
aristocracia rural que, por otra parte, seguirá subsistiendo con sus
específicas relaciones durante gran parte del siglo entrante. Hoy diríamos que
Julia es una niñata. Una joven
aristócrata, caprichosa y descerebrada, con un pasado familiar turbulento. Intenta
romper las barreras que le impone un estricto ámbito social y absorbe unas
ideas modernas que no pueden verificarse en un cerrado y agobiante entorno. En
la obra se plantea un binomio de relaciones que hará de detonante del conflicto
dramático. Por un lado Julia es ama y mujer. Por otro, Juan es criado y hombre.
Christiane
Jayahy es la responsable de esta versión que titula simplemente como Julia, y que lleva la trama a su país de
origen, Brasil, en el momento actual.
Remarcaré aquí que es una versión, pues se trata del mismo género
teatral, y no una adaptación como reza en el programa de mano. Adaptación se
refiere siempre a la traslación de un ámbito artístico a otro. A esto hay que
sumar la actualización a la época actual de la obra, que supone una dificultad
añadida a la hora de dar coherencia al texto.
Strindberg puedo
haber propuesto una obra con un personaje femenino tipo Nora, pero lo que hace
es llevar el drama, que intitula naturalista, a una especie de mundo arcaizante
que tiene las horas contadas. Es en ese mundo trasnochado donde tiene sentido
la personalidad de Julia. Y de ahí que no se entienda demasiado bien que una
joven que decide liarse con su criado luego no sepa resolver la situación, que
Juan (Jelson en esta versión) parezca anclado feudalmente a la casa donde sirve
o que al final los mismos actores-personajes intentando dar un giro de
modernidad a la obra apelen directamente al público sobre que debe hacer Julia.
El público, por supuesto, no contesta. Por lo que deciden dejar traslucir un
final, también discutible, de suicidio por parte de la protagonista.
Si modernizar la
obra consiste en la utilización del video como eje dramatúrgico, esto no parece
compensar las líneas de inestabilidad que se crean al despojar al conjunto de
una mediana coherencia. La puesta en escena se basa en velar-mostrar un tanto
aleatoriamente los sucesos que desencadenan el drama. De igual manera que se
proyectan videos pregrabados que los actores observan desde el mismo escenario,
se graban y proyectan en directo otras escenas en una especie de escenario
velado tras las pantallas corredizas que hace de falso foro. Tras el mismo se
encuentran, y medio se adivinan por parte del espectador, las distintas
estancias donde sucede la acción. Es decir, la cocina a la derecha y la
habitación a la izquierda (siempre desde la perspectiva del espectador), aunque
en la obra de Strindberg todo ocurre en la cocina. El primer término se reserva
para algunas acciones aisladas y, sobre todo, para la apelación directa al
público.
Hacer visible
la habitación también supone incluir el sexo explícito entre los protagonistas.
Trasgresión que se permiten los personajes, que sin embargo luego se ven
atenazados por constricciones demasiado trasnochadas, de las que resultan esas
inestabilidades que referíamos antes. Por eso se fuerza la apelación al público
para que tome partido en aquellos momentos en que la trama queda bloqueada. Por
eso, también, Julia sale despavorida huyendo de Jelson, cuando se percata de la
cobardía de este y de que realmente no la ama. Y sale literalmente a las calles
del barrio de Lavapiés, donde está el teatro, y donde las cámaras siguen
filmando. Se completa así la utilización de todos los espacios reales y
virtuales disponibles.
Los actores están
en todo momento en un registro actual e intentan meterse en la piel de unos
personajes indefinidos, que cambian de registro sin que ello se derive de sus
propias acciones. De hecho, el que se simule la grabación de una película, con
el cámara casi permanentemente es escena, y que incluso se separen las escenas
con los preceptivos "corten",
propios del rodaje cinematográfico, hace que la interpretación no pueda
adquirir una mínima continuidad. De ahí que al final la directora opte por
romper definitivamente la cuarta pared y Julia ponga en manos del público la
resolución de su drama. Y pese a todo ello, hay que reconocer que ambos actores
son capaces de mantener la dignidad de sus personajes y adecuarse perfectamente
a los continuos cambios que propone la puesta en escena.
La sustracción
del personaje de la cocinera, que sólo aparece en algunas imágenes pregrabadas,
es otro de los problemas a los que hay que hacer referencia. En la obra de
Strindberg, Juan va a casarse con ella. Si bien entiende sus devaneos como
hombre, no entiende que estos se verifiquen con el ama de la casa. Por eso,
cuando se levanta por la mañana y descubre que es algo más que un devaneo, que
Juan intenta utilizar a Julia como un medio de ascenso social y que ella ha
entrado en el juego, sin que por supuesto crea que han mantenido relaciones
sexuales, piensa que ya no puede permanecer en una casa donde los amos han roto
una regla esencial. Aunque Juan (Joel) piense seguir en la casa e induzca a
Julia a irse, ella no puede continuar como si no hubiera pasado nada. E
introduce de nuevo el anacronismo, que también se pronuncia en la puesta en
escena que estamos comentando, de que si los señores no son mejores que los
criados se viene abajo la justificación de porqué cada uno ocupa una determinada
posición. Y todo esto sin entrar en la configuración de los criados como
personajes de color, lo que no fructifica en ningún conflicto o planteamiento
racial.
En resumidas
cuentas, me parece loable el intento de generar dramaticidad con el auxilio de
las nuevas tecnologías, siempre que estas aporten un nuevo enfoque o
enriquezcan la representación. El mismo Strindberg escribió un prólogo
maravilloso a la obra donde expresa sus ideas sobre la puesta en escena,
subrayando aquello que suponía en su momento modernizar el teatro sin tener que
recurrir a una revolución radical del mismo, que considera espuria. Sustraer
permanentemente al público teatral de la fuente primaria de su satisfacción,
que es el contacto con los actores, debe de tener una fuerte justificación. Lo
velado de la situación, esencialmente un amor-relación prohibido, no parece
justificar este planteamiento, cuando las mismas premisas de esta prohibición
no están bien resueltas con la actualización de la trama.
JULIA
ADAPTACIÓN DE LA
SEÑORITA JULIA DE AUGUST STRINDBERG
TEXTO Y DIRECCIÓN:
CHRISTIANE JATAHY
REPARTO: JULIA
BERNAT (Julia), RODRIGO DOS SANTOS (Jelson) DAVID PACHECO (Camara en mano) y
TATIANA TIBURCIO (Cristina, sólo aparece en filmación).
VO en portugués, con sobretítulos en español. 80' aprox.
TEATRO
VALLE-INCLAN, MADRID. Sábado 19 de octubre de 2013.
CICLO "UNA
MIRADA AL MUNDO" DEL CDN.
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