La veritá es un espectáculo circense
que, entre otros, acoge números de
acrobacia aérea, malabares, contorsionismo, títeres, música y clown. El
detonante, expresado por su autor, para el montaje de esta obra parece ser la
cesión por parte de una fundación de un telón de boca pintado por Dalí en los
años cuarenta en Nueva York, que representa a Tristán e Isolda.
En esta puesta
en escena se ha optado por un tipo de presentación frontal, en teatros a la
italiana, que condiciona toda la concepción de la obra como conjunto. Los
múltiples números circenses que se desarrollan durante la obra, donde prima la
habilidad y la fuerza de sus ejecutantes, buscan su contrapartida en los
pequeños cuadros o sketches cómicos que se suceden entre ellos. También se recurre al número musical, donde
toda la compañía canta y baila generando reagrupamientos generales cada cierto
intervalo.
La ejecución
técnica, sobre todo de los números de acrobacia y contorsionismo, y una propuesta visual barroca y surrealista, son de una factura más
que notable. Ahora bien, el conjunto no parece que tenga el suficiente empaque
o coherencia interna para considerarla una obra teatral. Como espectador soy incapaz de descubrir ese
hilo conductor, ese aglutinante o pegamento, esa dramaturgia necesaria en
cualquier espectáculo teatral. El collage podría ser lo más cercano a una
propuesta que intenta sugerir ese nexo sin conseguirlo.
La parte cómica
o burlesca está presente desde un principio en la obra. Se hacen referencias,
chistes y pantomimas que crean una expectativa de horizonte que se va
disolviendo muy rápidamente. Estos intermezzos
no terminan de engarzar con un desarrollo reiterativo y aleatorio de
números circenses, que incluso se ven torpedeados por los propios elementos
cómicos. Para disolver la inexistente tensión se opta por la inclusión reseñada
de números musicales, donde todos los actores/artistas acuden para intentar dar
un cierto sentido colectivo al conjunto.
La inclusión de
un vestuario de corte surrealista, y muy vistoso, intenta armonizar con una
puesta en escena esencialmente vacía que se rellena con, fundamentalmente, acciones físicas y mediante un juego
sofisticado de paneles y telones que suben y bajan. Se configura así un espacio
cambiante donde los primeros términos de los cómicos y el telón de Dalí sirven
para preparar, fuera de la vista del público, el siguiente número
circense. La luz juega un papel esencial
en esa constelación de espacios deshabitados e imaginados, donde las sombras proyectadas
también contribuyen a provocar ese ilusionismo necesario para que lo meramente
físico alcance cierta relevancia.
La música en
directo muy meritoria de una de las artistas, que canta algún aria y toca tanto
instrumentos convencionales como adaptados, tampoco armoniza con la música
enlatada que muchas veces parece contradecir las impresiones visuales del
espectáculo, mientras que otras intenta engañar al espectador fingiendo su
ejecución.
Si el telón
alusivo a la obra de Wagner nos remite a la obra de arte total, este no es el caso. El
título de la obra parece hacer referencia a la verdad de aquello que sucede,
que acontece a nuestro alrededor, y que no necesita de explicación. En este
sentido esta veritás, física, de los
números circenses es lo único que parece contrastar con ese ilusionismo
surrealista daliniano, aunque en escena no terminen de crear la necesaria
tensión entre contrarios para devenir en un todo sugerente. La acumulación de elementos no configuran por
sí solos un espectáculo. Dramaturgia y más dramaturgia. Que no tiene que ser de
tipo lineal o causal. En eso estoy de acuerdo. Pero, dramaturgia.
En definitiva
creo que este tipo de espectáculos son más propios del Price que del
Valle-Inclán, debido sobre todo a que no termina de funcionar como conjunto o
totalidad estrictamente teatral, aunque su factura circense es impecable. Y así lo reconoció un
público madrileño entre el cuál había no pocos niños (raramente vistos en este
teatro).
LA VERITÁ
Autor, director, co diseño luces y coreografía: Daniele Finzi Pasca
Directora creativa, productora y participación a la escritura de textos: Julie Hamelin
Música, diseño de sonido y co-diseño coreografía: Maria Bonzanigo
Escenógrafía, accesorios y creador de Hugojo y L’hugo: Hugo Gargiulo
Artistas: Moira Albertalli, Jean-Philippe Cuerrier, Annie-Kim Déry, Stéphane Gentilini, Andrée-Anne Gingras-Roy, Catherine Girard, James Kingsford-Smith, Evelyne Laforest, David Menes, Marco Paoletti, Felix Salas, Beatriz Sayad, Rolando Tarquini.
Una producción de la Compañía Finzi Pasca (Suiza) (http://finzipasca.com/es/)
Teatro Valle-Inclán, Madrid. Sábado 9 de noviembre de 2013. Obra en castellano con morcillas en italiano.
Ciclo Una mirada al mundo, del CDN
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