Rara vez lo
aparentemente anodino, logra transformarse sobre un escenario en algo realmente
digno de atención, sorpresa e incluso magia escénica. Esto es lo que sucede con
esta obra de Wajdi Mouawad. Ya en su
título, que puede traducirse sin dificultad por Solos, parece estar inscrito el ejercicio de introspección que se
nos plantea. Ejercicio que suele estar ligado en el imaginario colectivo a algo
aburrido, petulante o masturbatorio, y que también suele estar reservado a una
panda de frikis que no tienen otra cosa que hacer que desentrañar la oculta
grandeza del aquél que se expone.
Y todo esto es
precisamente lo que me pareció en un principio esta obra. Durante un principio
bastante largo donde un señor canadiense-libanés, en un escenario cuasi vacío,
con únicamente una cama y una ventana simulada en el centro, comienza a hablar
de que si está haciendo una tesis sobre Robert
Lepage, gran referencia metateateatral. Es un ser aburrido y monótono.
Habla por teléfono con su hermana de sus problemas familiares, con la
secretaria de Lepage para concertar
una cita, reflexiona sobre el sinsentido de su vida. Un peñazo. Tiene que ir a
San Petesburgo para pillar a Lepage
en tránsito y poder hablar con él.
Mientras tanto
su padre está en coma. Va a verle y habla con él en un monólogo que comienza a
meter al espectador en situación. Su padre es libanés y recuerda como las cosas
importantes no eran las mismas para uno que para otro, desentrañando un choque
cultural y generacional que, a distintos niveles, mucha gente llega un momento
en su vida que es consciente del mismo. Quién no ha pensado cuán diferente es
su mundo del de sus padres, sobre todo en momentos de especial emotividad , y
las fronteras que esto ha supuesto en la comunicación entre ambos.
A partir de
cierto momento de la obra, el protagonista va a hacerse una foto de carnet para
el pasaporte y sufre una especie de electrochock, muy remarcado escénicamente
con una ruido estridente y una fuerte luz verde. Pese a la apariencia de que
todo sigue igual, algo ha cambiado. Durante toda la obra Mouawad se apoya en el video para introducir otra visión sobre el
personaje. Le vemos proyectado como parece separarse de su propio cuerpo y
pasar a otra dimensión a través de la ventana, zarandearle para despertarle,
etc. en una especie de alma transubstanciada que le transporta a otra
dimensión, pero cuya apariencia parece ser la misma.
A partir de aquí
empiezan a suceder cosas extrañas, como que le llaman al teléfono que el mismo
ha arrancado la conexión o a escuchar voces que le susurran e inducen
finalmente a pensar que el que está en coma es él, y no su padre, y que se haya
atrapado en ese otro lado de la mente, o del cerebro, del que parece difícil
volver. Oye como el médico la dice a su hermana lo que creyó que le dijeron a
él con su padre. Háblale aunque no te oiga para reforzar la conexión con el
mundo que, podríamos denominar, real.
Mientras tanto
lo que sucede en escena es que el protagonista ante la imposibilidad de volver
da rienda suelta a su faceta más creativa. La puesta en escena deriva en una
performance pictórica donde los paneles del fondo, el escenario y el propio
actor se convierten en improvisados lienzos donde esta conciencia aprisionada
dará rienda a su creatividad más abstracta improvisando un frenético y
explosivo collage de color y formas abstractas que darán un denso, sorprendente
y eficaz final a la obra.
No es fácil para
un actor estar dos horas complemente solo sobre el escenario. Wajdi Mouawad consigue mediante esa
soledad trasladarnos la certeza cruda y radical de que estamos Solos, por mucho que estemos rodeados de
mucha gente todos los días y a todas horas. Una certeza que ya muchos teníamos,
pero que tampoco tiene por qué agobiarnos. Más bien se trataría de aprovechar
esta consciencia para poder dar rienda suelta a aquello que cada uno llevamos
dentro, plasmada en este caso en esa apoteosis final de caóticos colores y
formas. Excepcional desarrollo in crescendo sobre textos, interpretación y
dirección del propio Wajdi, en la que
habría que testear el papel de la dramaturgia de Charlotte Fracet, con la inestimable aportación de los textos
adicionales sacados de la Biblia (El retorno del hijo pródigo). Grandísima
ovación de un publico entregado.
Ahora voy a
hacer un poco de trampa, ya que acabo de ver la magnífica película Incendies, dirigida por Denis Villeneuve, sobre la obra de Wajdi
Mouawad y cuya versión teatral pasó por el Teatro Español en 2008 y por el
Matadero en 2010 sin que yo me enterara de nada. Entono el mea culpa sin rubor.
No sé que andaría yo haciendo por entonces, pero si las críticas del montaje
teatral son buenísimas, no puedo dejar de hacer referencia a la desgarradora
impresión que me ha producido la película. Mucho se ha hablado de la referencia
edípica del film, pero lo más impresionante desde mi punto de vista es como los
personajes son capaces de romper el hilo de la ira, según las propias palabras
de la última carta de la madre, gracias a un genial planteamiento que le da la
vuelta a todo para mejorarlo. Impresionante.
SEULS, DE WAJDI MOUAWAD
Textos, interpretación y dirección de Wajdi Mouawad.
Dramaturgia: Charlotte Fracet
Una producción de Au carreré de l'Hypoténuse (Francia) y Abe Carré ce Carré (Quebec)
Idioma: Francés (con sobretítulos en español)
Teatro Valle-Inclán, Madrid. 5 de octubre de 2013
Ciclo Una mirada al mundo, del CDN
No hay comentarios:
Publicar un comentario