miércoles, 16 de octubre de 2013

UBÚ ROI, DE ALFRED JARRY


Ubú rey es un clásico contemporáneo. Un clásico también discutido y ninguneado en numerosas ocasiones. Una obra intrínsecamente irreverente, malhablada, canalla, escatológica, farsesca y reveladora. Un texto teatral de poco más de cien años que ha conocido ya innumerables puestas en escena de todo signo y orientación.


La configuración actual del teatro en nuestro entorno geo-político hace necesaria la re-visitación constante de textos antiguos. Esta recurrencia se debe, en parte, a la escasa pujanza de nuevos autores que seduzcan a aquellos que se han convertido en los amos del entramado teatral. Es decir, los directores de escena y sus nuevos mecenas de la clase política. En el cine, y en la televisión, los guionistas han encontrado, mal que bien, su encaje dentro de una industria boyante. El teatro, incapaz salvo en el ámbito del musical, de traspasar la fase artesanal, encuentra que su misma base textual sigue discutida y cuestionada por sus principales sujetos productores. Se discute tanto la propia legitimidad del texto teatral como la de su autoría. Y he aquí que este problema irresoluble, impulsado al calor de las renovaciones teatrales de la segunda mitad de siglo XX, sigue constriñendo y enmarañando todo el sistema teatral hasta asfixiarlo en su mismo origen creativo. Y esto, por supuesto, no quiere decir que no exista la posibilidad de trabajar el teatro desde premisas no textuales, aunque sus resultados loables se nos revelen escasos, así como su presencia en las carteleras teatrales.


Esto no quiere decir que no haya que hacer puestas en escena de teatro clásico (antiguo o contemporáneo), que yo adoro. A lo que viene todo esto es a propósito de las motivaciones que tienen los responsables de las puestas en escena para llevar a las tablas un texto u otro. Declan Donnellan dirige este montaje de Ubú roi (en francés al ser una compañía de actores franceses quienes lo escenifican), habiéndose convertido en uno de los directores teatrales europeos de referencia, que trabaja regularmente en diferentes países. En Madrid recaló dentro del ciclo Una mirada al mundo, del CDN, con sobretítulos en español.


Donnellan plantea una puesta en escena que lleva la obra al presente actual. Para ello establece un marco burgués, muy francés, donde una familia de clase media recibe a unos invitados a cenar. Plausiblemente esta ambientación viene sugerida ya desde el propio texto, cuya escena II del acto I es precisamente un banquete en la casa del padre Ubú. La escenografía se presenta como el interior de una casa, todo blanco e impoluto, que irá en consonancia con el vestuario moderno de los actores donde primarán los tonos claros. Ya desde el inicio se introducen las nuevas tecnologías, con el uso recurrente del video, proyectado en directo, que el hijo de esta familia va grabando de aspectos tan íntimos de su entorno como el interior de la nariz de su padre.


Según parece ir desarrollándose la escena banal del ágape, del que durante toda la representación sólo intuiremos en susurros las conversaciones, este muchacho parece quedar traspuesto en el sillón de la casa. A partir de aquí empiezan a suceder una serie de anomalías escénicas, con la irrupción de una luz verdosa. Entonces estos anodinos personajes comienzan a escenificar, propiamente, la obra de Alfred Jarry sin solución de continuidad con sus premisas iniciales. Se inicia así un juego de ida y vuelta entre las dos situaciones, donde la cotidianidad burguesa funciona como contrapunto a todo el mundo excesivo del padre Ubú.


Hay que destacar como sólo seis actores dan vida a más de treinta personajes en un desdoblamiento permanente, donde rápidas caracterizaciones inducen las muy diversas situaciones que plantea una obra repleta de castillos, batallas, intrigas, matanzas y festines. El trabajo actoral es impresionante. Destaca la contención gestual dentro de un laberinto exuberante de acciones que requieren un esfuerzo físico considerable, sobre todo para un padre Ubú que termina literalmente empapado en sudor.


Para emular todo este universo medieval se echa mano de todos los utensilios de la casa. Sobre todo los muy recurrentes de la cocina. Esta queda oculta tras una puerta y será donde se cometan muchas de las fechorías que sería imposible representar en escena, aunque muchas veces el espectador las pueda ver gracias al recurso al video pregrabado que simula situaciones muy grotescas y divertidas. Este protagonismo que adquiere la cocina, que se encuentra en la extraescena, hace posible un cierto desplazamiento desde los aspectos escatológicos y malsonantes de la obra de Jarry hacia otros de tipo más sanguinoliento, hacia las vísceras y la casquería. En este sentido el sonido de la batidora sobre un cráneo haciendo puré de sesos es más que elocuente en escena.


Toda la crítica al poder y la ambición que destila la obra intentan sublimarse un tanto por el director de escena y reconducirla al ámbito familiar, más personal y reductor, más individualista del mundo actual, pero no por ello pierde eficacia la representación. Puede haber quién piense que la temática que plasma Ubú rey no es un fiel reflejo de la realidad actual, pero no hay nada más que mirar a nuestro alrededor para ver cómo estos seres glotones, voraces y sin escrúpulos, detentadores del poder económico y político, no difieren en gran medida del perfil del padre Ubú. Muy acertada, en ese sentido, fue la morcilla en castellano que introdujo el protagonista en referencia a la crisis bancaria española.


Las referencias Macbethianas, muy transidas en la crítica de esta obra, quedan un tanto diluidas en la puesta en escena al introducirse el elemento del hijo como hilo o enganche entre dos mundos contrapuestos. Esta es una licencia cuestionable ya que los Ubú no tienen hijos. En los sobretítulos en lugar de padre o madre Ubú se tradujo por tío y tía Ubú, lo que parece estar motivado por el hecho que este término en francés también señale a una figura, más difusa en español, como sería el padrino. Sin embargo, la dificultad de encontrar una equivalencia ha hecho que en todas las traducciones editadas en España se acuñara el término padre y madre Ubú. Donnellan opta por desplazar todo el sentido hacia las relaciones paterno-filiales. Por tanto, en relación con el hijo que sueña, imagina o visualiza esta estructura no hay lugar para establecer la correspondencia adecuada entre ambos mundos. Esto es lo que a veces sucede si actuamos sobre los textos con una liberalidad, por lo menos, discutible.


En todo caso ha sido todo un lujo poder disfrutar la puesta en escena de Donnellan en Madrid, con todo su empaque escénico y actoral, trepidante y embriagador, arrollador y fascinante, que fue merecedora de una prolongadísima y vibrante ovación. La actualidad de la obra también la vislumbró muy acertadamente Boadella cuando realizó su Ubú President como voraz crítica del pujolismo, del que derivan en parte ahora estos lodos que a todos nos salpican. Y en otra clave, más rockera y libertina, sería imperdonable no recordar la magnífica puesta en escena de Alex Rigola de 2002.






UBU ROI, DE ALFRED JARRY
Reparto (por orden alfabético):
Capitán Bordura (Xavier Boiffier), Rey Venceslao  (Vincent de Bouard),  Madre Ubú (Camille Cayol), Padre Ubú (Christophe Grégoire), Reina Rosamunda (Cécile Leterme) y Bugrelao (Sylvain Levitte)
Dirección: Declan Donnellan
Producción: Cheek by Jowl en coproducción con el Barbican de Londres, Les Gémeaux/Sceaux/Scène Nationale y La Comédie de Béthune-Centre Dramatique National du Nord-Pas-de-Calais.
Idioma: Francés (con sobretítulos en español)

Teatro María Guerrero, Madrid. Ciclo Una mirada al mundo. CDN. Sábado 28 de septiembre de 2013.
 


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