miércoles, 9 de octubre de 2013

LOS GEMELOS, DE PLAUTO



Para iniciar el blog contradiciéndome, abandono Madrid por un instante. No hay lugar parecido a Mérida para dejarse acurrucar por los brazos de Thalia y experimentar el teatro como es imposible hacer en otro lugar.  Su teatro romano posee una atmósfera especial que hace la experiencia inolvidable.  Las temporadas teatrales no se sabe si empiezan o acaban en el Festival  Internacional de Teatro Clásico de Mérida.  Yo prefiero pensar que son el inicio de lo que vendrá, aunque muchas veces sus propuestas carezcan de un mayor recorrido por otros escenarios. Este festival de verano es un evento, ya tradicional en el mundo del teatro español, que ha pasado por infinidad de vicisitudes. A pesar de los pesares, el festival prosigue su andadura año tras año y es un referente ineluctable y necesario, junto a Almagro, en la puesta en escena del teatro clásico.

Este año asistí a la representación de “Los Gemelos” de Plauto. Es de agradecer, aunque sea por razones puramente económicas, que puedan tener cabida espectáculos de compañías locales o producciones de menor presupuesto, dentro de un festival de algunas veces ha pecado de grandilocuencia. Bajo la dirección de Paco Carrillo la puesta en escena de esta comedia latina ha adquirido tintes de vodevil y de carnaval que han hecho posible una aproximación muy actual a un género y una obra de cuentan con más de dos mil años. Escénicamente ya se intuye por dónde van los tiros cuando vemos algunas caras de conocidísimos políticos entre las guirnaldas decorativas colgadas sobre el fondo de columnas del escenario emeritense.

Para ser justos, y antes de avanzar en el análisis del espectáculo, hay que resaltar en este punto que estos políticos eran sólo de un color, obviándose los del otro color. Al estar los del primer color en el gobierno puede que no hubiera nada que objetar, pero si pensamos que esta  CC.AA. ha estado gobernada treinta años por los del otro bando, la cosa queda poco ecuánime. Sobre todo si pensamos que la magnífica versión que amparaba el espectáculo, realizada por Florián Recio, incidía mucho más en una crítica genérica a la clase política, sus privilegios y sus pertinaces e impagables (e impagados) errores o abusos.

En este sentido la versión en cuestión actualiza de una manera grácil, divertida e, incluso, despiadada  todo este climaterio ruinoso en el que nos hayamos todos hundidos. En este aspecto viene a abundar la negativa de algunos actores de la obra, que no quisieron acudir a la gala de los premios Ceres que se dieron unos días después, donde esta obra recibió el premio del público, debido a que en la misma se había gastado muchísimo más dinero que lo que se gasta en un año en subvenciones al teatro extremeño.  Otros miembros de la compañía sí acudieron. Ahí queda el caso, para la reflexión.

Ese toque carnavalesco que se intenta imbuir a toda la representación viene aderezado con la inclusión de una especie de charanga, a la que se denomina  “La Banda de Plauto”, que ameniza el inicio y final del espectáculo. A este respecto sólo me gustaría indicar que, si se propone la inclusión de la misma en la puesta en escena, se le puede sacar mayor rédito y no tener a los pobres músicos el noventa por ciento del tiempo  de la representación mirando lo que hacen los actores.

El escenario está compuesto (siempre desde el punto de vista del espectador) a la derecha por la casa de Marco, a la izquierda la de Erotia, y un centro con las escalinatas, que salen de escena por detrás, donde se ficcionalizan el resto de los espacios necesarios. El ritmo de la música, una iluminación colorista, un maquillaje exuberante  y un vestuario divertido, hacen de toda la puesta en escena un canto al divertimento, la risa, la carcajada, el revuelo y la originalidad. Y todo ello sin perder de vista ni un segundo el legado latino.

Actoralmente el tono es farsesco, caricaturesco y con elegantes toques de clown. Los dos gemelos se complementan a la perfección.  Pese a la similitud de los gemelos que encarnan,  los actores son capaces de dotar a sus personajes de esa chispa distintiva que los hace diferentes. Erotia se configura como una escultural, y a la vez, cándida prostituta dotada de un marcado acento andaluz que la hace desternillante. Los criados o esclavos dotan al conjunto del oportuno dinamismo para que los juegos de errores y malentendidos tengan la eficacia deseada.  Migajas y Melindre están soberbios dando el contrapunto a sus dueños y señores. Pero seguramente es la criada de Erotia la que logra conformar un personaje destacable que provoca la hilaridad por sí mismo, con su forma de hablar y de moverse que recuerda casi a un muñeco de cachiporra. Desde un tono extremadamente cándido, es la mujer de uno de los gemelos  la que consigue llevar al público al paroxismo, sobre todo en su primera aparición. Su ingenuidad mezclada con sosería en son mayor, así como una dicción arrastrada y cadenciosa, y todo ello junto unos movimientos delicados y casi imperceptibles, como a saltitos, hacen que este personaje lleve a la comedia a sus puntos culminantes.  Quizá el cambio de suegro por suegra con disfraz imposible sea uno de los puntos que no logran estar a la altura del resto de la comedia, pese al esfuerzo encomiable de la actriz encargada del papel.

En resumen, podemos hablar de una magnífica actualización de esta comedia de Plauto, cuya puesta en escena llega al espectador con una increíble actualidad, un gran dinamismo y como un eficaz divertimento. Gran producción, exenta de figurones, que merecería girar por toda España debido a que es un espectáculo apto para todas las edades y  públicos, tanto por sus diversos niveles de lectura como a su perfecta factura formal.





LOS GEMELOS DE PLAUTO
Dirección: Paco Carrillo.
Versión:  Florián Recio.
Intérpretes: Fernando Ramos,  Esteban García Ballesteros, Pepa Gracia, Juan Carlos Tirado, Ana García, Nuria Cuadrado, Pedro Montero  y Luisa Hurtado (por orden: Marco, Pedro, Erotia, Migajas, esposa de Marco, esclava de Erotia, Melindre y suegra), más la banda de Plauto.
Teatro Romano de Mérida. Miércoles 21 de agosto de 2013.

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