Cuando uno tiene
la perspectiva de crecimiento, en sentido amplio, siempre quiere emular a
alguien. Por eso se buscan modelos para imitar y en los que fijarse. Está bien
que estos chicos de la compañía El Pont Flotant no quieran ser como ningún
personaje histórico o famoso. Quieren ser de mayores como Fermín Jiménez, a la
postre artista colega suyo que inspira su forma de vivir la vida. Una vida más lúdica, que intenta sacar todo el
jugo a la misma, que pretende ser buena y divertida, que quiere conquistar
aquellas parcelas que nos hacen sentir mejor. Y todo ello mediante esas
pequeñas cosas, aparentemente insustanciales, que construyen nuestra existencia.
Una vida no necesariamente apegada a los grandes discursos y a las aterradoras
profecías mediáticas de las que somos víctimas constantes y/o inconscientes . Y es por eso que la consciencia de ese
microcosmos vital se nos desvela como algo tan cabalmente antropológico y
universal.
Una escenografía
con unos estores de fondo, que se va construyendo poniendo un suelo laminado y
configurando así un espacio cotidiano con una mesa, dos sillas y un par de
plantas, es todo lo que necesitan Alex Cantó y Jesús Muñoz para introducirnos
en su particular mundo ficcional. Una ficción con reflejos de realidad donde
los actores parecen encarnarse a sí mismos y donde la referencia de Fermín
Jiménez también parece ser tan real que se le llama por teléfono en directo
durante la representación. Y al que finalmente conoceremos mediante el video de cierre
donde veremos todas esas pequeñas manías y actitudes que le caracterizan, y que
se han parodiado durante la función.
La obra se presenta con un panel, a modo de escaleta, a la vista del público dónde se establecen las acciones a realizar y los tiempos requeridos para las mismas. No hay trampa ni cartón. Los actores/personajes realizan las acciones más triviales, plenas de repeticiones y enumeraciones, para transmitir su visión del mundo. Y su visión es crítica con la forma en que vivimos, sin atender a las cosas que realmente importan. Siempre creándonos necesidades y expectativas innecesarias que no parecen reportarnos mucho. O casi nada. Y todo esto queda al descubierto mediante la aparente nimiedad de juegos como buscar canciones con una determinada palabra o jugando a las palas mientras van expresando aquello que harían en un minuto, una hora o un año libre, en un tiempo en el que no tuvieran que trabajar.
El tiempo, o lo
que hacemos con el mismo, es uno de los hilos conductores de la obra. El tiempo
libre (las vacaciones), la forma en que organizamos nuestro tiempo (las
agendas), el tiempo nuevo (los hijos). Es un tiempo futuro, no un tiempo
pasado. Por eso la obra nos invita a
mirar hacia delante, con alegría y buen humor, y a no dejarnos atrapar por el
oscurantismo de un tiempo de crisis que parece querer borrar o eliminar, de
nuestras vidas y mentes, la mismísima
necesidad de vivir plenamente.
Por todo eso El
Pont Flotant me ha parecido una compañía solvente y divertida. Recuerda en algunos
momentos al teatro de Rodrigo García o Angélica Lidell, pero pasados por la
túrmix del espíritu mediterráneo, mucho más vitalista y luminoso, donde lo
importante es resaltar el lado positivo de las cosas. Y todo ello dejando que
la crítica sistémica aflore sutilmente. Ya se sabe que de Ruzafa a Torrefiel,
todo puede pasar.
Programa de mano hecho y repartido en escena
YO DE MAYOR QUIERO SER FERMÍN
JIMÉNEZ
Compañía El Pont Flotant (Valencia)
(http://www.elpontflotant.es/)
Creación: El Pont Flotant
Interpretación: Àlex Cantó y Jesús
Muñoz
Sala Cuarta Pared de Madrid.
Miércoles 4 de diciembre de 2013
Duración: 80min Precio: 14€
Dentro de la Muestra de la Red de Teatros Alternativos
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