La compañía La pajarita de papel presenta en el
teatro La puerta estrecha una nueva
puesta en escena de Tío Vania de Antón Chejov. Es esta una de las obras
más representadas del autor ruso y un estandarte de lo que se considera como
teatro contemporáneo.
Las obras de Chéjov no atienden decididamente a una
trama casual, omnipresente, que determina el desarrollo secuencial (escénico)
de la obra. Su particular forma de hacer se preocupa más por la creación de un
ambiente, dónde unos personajes determinados exponen y muestran sus vidas
mediante acciones aparentemente insignificantes. La fábula suele estar la mayor
parte del tiempo velada y sólo irrumpe en escena para confirmar aquello que los
personajes ya saben o sienten, precipitando el desarrollo de los
acontecimientos.
Este teatro de
personajes, que de todo se ha dicho sobre el mismo, cuenta normalmente con una
nómina de papeles bastante amplia para repartir, por lo que su puesta en escena
en salas pequeñas supone un desafío y una dificultad mayor. La aparente falta de acción determina muchas
veces que la puesta en escena tiene que saber captar ese ambiente interno, esa
atmósfera densa que rodea a los personajes, ese ambiente en el que suceden las
cosas y sin cuya comprensión puede dejar el conjunto como algo inconsistente.
De ahí el fracaso de muchos montajes de larga duración que terminan por aburrir
al espectador cuando están fuera de tono o no son capaces de establecer entre
los personajes la necesaria tensión interna que marca su devenir en la fábula o
historia.
Hacer Tío Vania en hora y cuarto tiene su
mérito. Y sus riesgos. La propuesta de Rodolfo
Cortizo gira en torno a la escenificación de lo esencial. Los personajes se
reducen de 9 a 6, por lo que quedan fuera el obrero (cuya intervención es de
figurante), María Vasilievna (el rol de la abuela de Sofía se funde un tanto
con el de Marina, la vieja nodriza) y Teleguín (terrateniente borrachín que es
más comparsa que otra cosa). Se eliminan
o reducen la mayor parte de los parlamentos redundantes y relativos a la
ociosidad y el hastío que atrapa a los personajes. Se reestructuran y fusionan
algunas escenas para conseguir un ritmo más ágil, intentando no perder esas
sensaciones más propias de tiempos lentos. El conjunto se hace así más compacto y
funciona tanto a nivel de la fábula como del subtexto.
La
interpretación, por tanto, resulta algo más vigorosa aunque intenta no caer en
el apresuramiento. Las mujeres están,
desde mi punto de vista, más ajustadas al sentido chejoviano. Elena intenta,
por todos los medios, no hacerse eco del efecto que produce en los hombres,
mientras que Sonia lleva su amargura con una infantil resignación que,
irónicamente, permitirá la vuelta a la cordura y la normalidad. Marina será ese
contrapunto necesario de calma y mesura para que todo el conjunto se mantenga
contenido. El profesor expresa y recalca en demasía su permanente enfado. El
doctor quizá anda un pelín chulesco. Y Vania,
probablemente, anda un tanto desesperado antes de tiempo. Los tres hombres
abusan del alcohol, pero quizá abusan de la botella cuando debieran ser hombres
más de vaso, algo más cultivados. La dicción argentina de Vania y el doctor
cuesta un poco interiorizarla para el espectador español, pero con el paso de
los minutos parece ir disipándose su efecto. No intento trivializar esta
cuestión, ya que ha sido, es y puede ser el motivo de muchas disonancias
escénicas el que los acentos y la dicción no estén bien ponderados. Y sobre
todo cuando el elenco es mixto y los acentos no responden a cuestiones
dramatúrgicas.
Para envolver y
atrapar al espectador se ha recurrido a una escenografía que integra el
dentro-fuera, con tres árboles que enmarcan sillas y mesas. Una ventana al
fondo hace de foro, detrás de la cual entran y salen los actores hacia una
extraescena (prolongada también por la puerta de acceso a la sala) cambiante
que contribuye a configurar el propio espacio escénico.
Buena labor la
desarrollada por el teatro La puerta
estrecha, que mantiene diversas obras a la vez en cartel y durante tiempo
prolongado, expurga clásicos de todas las epocas, da cancha a compañías
invitadas y mantiene compañías tipo residentes.
Programa de mano
TÍO VANIA, DE
ANTÓN CHÉJOV
COMPAÑÍA LA
PAJARITA DE PAPEL
Intérpretes
Marina: Concha
Roales -Nieto, Doctor: Nicolás Fryd, Tío
Vania: Rodolfo Cortizo, Padre: Tucho, Sonia: Victoria Peinado Vergara, Elena: Patricia
Domínguez del Pino
Dirección: Rodolfo
Cortizo
Escenografía,
Vestuario y Atrezo: La Puerta Estrecha
TEATRO LA PUERTA
ESTRECHA DE MADRID
MARTES 19 DE NOVIEMBRE DE 2013
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