Los Mácbez son los Macbeth. Unos
gallegos y otros escoceses. Pero son los mismos. La versión de Juan Cavestany
es bastante fiel al original. Se han efectuado una serie de cambios para
trasladar la acción a la Galicia actual, además de readecuar todos los
personajes para la puesta en escena. Reyes y condes son ahora Directores
Generales y Consejeros de la Xunta. Pero los temas del poder y la corrupción
siguen más que vigentes en la sociedad, por eso los clásicos siguen siendo
plenamente actuales.
La puesta en escena que propone
Andres Lima es frenética. Destacan la escenografía minimalista, donde un
habitáculo en forma de cubo distorsionado, con paredes blancas y tres sillas
transparentes, se conforma como único espacio de actuación, además del
proscenio. Solo hay dos puertas de acceso. Una perpendicular al público, a la
izquierda, también distorsionada en perspectiva, y una frontal a la derecha del
público y fuera del cubo. La luz se convierte así en protagonista cambiante de
una acción trepidante, matizando situaciones o enmarcando los diferentes
niveles cognitivos. El espacio sonoro también tiene una presencia abrumadora,
siendo fundamental a la hora tanto de diferenciar como de armonizar el conjunto
escénico prácticamente vacío. Por eso la extraescena es otra de las
protagonistas fundamentales de esta propuesta. Fuera de escena sucece,
acontece, se alude o se presagia mucho de lo que vemos en el escenario.
Los actores de reparto están
sencillamente maravillosos. Todos doblan varios personajes y lo hacen a la
perfección, sin que al espectador se pare a pensar o le estorbe que sean ellos
mismos quienes continuamente se muestren en escena. Actuaciones contenidas o
desbordantes, multi-registro, que
verifican sus cambios, incluso de vestuario, muchas veces sin salir de escena,
convirtiendo el escenario en un verdadera retablo de los prodigios. Y todo ello
teniendo que transmutar de la comedia a la tragedia en cuestión de segundos y
cambiando radicalmente de identidad.
Macbeth era una tragedia. Es una
tragedia. Pero estos Mácbez tienen un punto de comedia. De comedia macabra,
diría yo. Algunos han tildado la obra de comedia negra, pero negra no puede ser
cuando no es asunto de la trama averiguar la figura del asesino, que todos los
espectadores conocen ya que las muertes de verifican muchas veces en escena.
Comedia sangriento-filosófico-neuronal, diría yo en otro tiempo. Pero sólo en pequeñas dosis. Que no está el
poder, o los que lo detentan, para tonterías.
Y esto entronca con los
protagonistas. Mácbez y la señora Mácbez. Javier Gutiérrez encarna un Mácbez
cobarde y miserable, como debe de ser. Gasta un tono lloroncete y apocado que
contrasta con esos momentos de efusividad y demasía. Bien, en general. Carmen
Machi no está mal cuando se pone seria, aunque no logra darle ese matiz de mujer
fatal y manipuladora, enigmática y sensual
que proyecta el imaginario de Lady Macbeth. Lo
peor es cuando se pone histriónica, aunque no lo prodiga en esta obra, y le
sale eso suyo característico, esa Aida que lleva dentro que te rompe la magia.
Esto viene a cuento del viejo
tema de los figurones televisivos en el teatro. En su derecho están de hacer
teatro. Faltaría más. Algunos forman compañía o se juntan con algún avezado e
intrépido productor y logran grandes resultados de taquilla y/o artísticos.
Otra cosa es que en tiempos de crisis copen los protagonistas en el teatro
público, desplazando a otros actores netamente de teatro, que intentan abrirse
paso o mantenerse en medio de esta cruenta crisis. Ya lo digo yo….Así es la
vida.
LOS MÁCBEZ, VERSIÓN DE JAIME CAVESTANY A PARTIR DE LA OBRA DE WILLIAM SHAKESPEARE.
DIRECCIÓN: ANDRÉS LIMA.
TEATRO MARÍA GUERRERO DE MADRID.
MARTES 3 DE JUNIO DE 2014.
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