Las Nueve mujeres infieles que publicó el año pasado Juana Escabias en Ediciones Irreverentes han pasado a ser cuatro en esta estupenda
puesta en escena de la Compañía Teatro
Sonámbulo, que se presenta en el teatro Lagrada de Madrid y dentro del
festival Surge Madrid.
La infidelidad no parece que
sea actualmente uno de los problemas más acuciantes de nuestra sociedad, aunque
esto no quiera decir que siga siendo una de las cuestiones más presentes y no
resueltas de nuestras vidas. Lo que en otros tiempos y/o culturas era un
verdadero drama, asociado fundamentalmente a la filiación de los hijos, ha
quedado hoy relegado a la constatación del régimen mayoritario de monogamia
sucesiva en el que nos hemos instalado. El que la infidelidad provenga de la
mujer todavía tiene ese punto de intolerancia que, cuando es al contrario, parece
aceptarse con menos problemas. Otra cuestión es la repercusión que tiene la
infidelidad en los seres concretos que la padecen. Una cosa es la normalización
social y otra que al derivar de un engaño produzca sus efectos. En unos casos
positivos, ya sea como liberación o toma de la propia consciencia de sí mismo,
y otras negativos en cuanto una de las partes no quiera o pueda aceptar la
situación, o bien genere respuestas más o menos violentas.
Todo esto es lo que reflejan
las diferentes situaciones que ha pergeñado Juana Escabias en sus Mujeres infieles. Para esta puesta en
escena se han seleccionado cuatro escenas y se ha introducido una especie de
ligazón para encuadrar las cuatro historias. El que hayan participado varios
directores de escena distintos no ha desentonado el conjunto, si bien se
observa una marcada tendencia hacia la comedia en las escenas 1, 2 y 4,
quedando la 3 algo huérfana en su sentido más dramático. Cuando el aglutinante
es el asunto, o la temática, siempre se corre el riesgo escénico de crear
ciertos desequilibrios, que en este caso han sido solventados con la
constatación panorámica que da unidad al todo.
La coralidad de la propuesta no
enmascara una rica, y sabrosa por momentos, gama de tonos actorales, dónde los
giros inesperados, el humor ácido, la parodia inteligente o el juego de espejos
colaboran en un resultado francamente divertido, ágil y sutil. Es este un
teatro muy del aquí y del ahora, que hace posible el que nos veamos a nosotros
mismos como esos monigotes capaces de hacer verdaderos mundos de lo propio sin
dejar de trivializar el resto.
Sin desentrañar la propuesta paso a diseccionar mínimamente cada una de las cuatro escenas:
1ª. Un matrimonio que se rompe.
Un hombre dominador que se viene a menos (Pedro Fajardo) en un implacable
ejercicio de asunción de la realidad. Una mujer de su casa (Adriana
González-Borgas) que ya no es lo que parece y se muestra deliciosamente cruel
en la asunción de las riendas de su propia vida. Desternillante.
2ª. Una pareja de amantes.
Ambos casados. Ella (Elena Conchello), grácil potrilla, quiere amor donde él
(Javier Vargas), vigoroso triunfador, sólo ve sexo. Cómica vuelta de tuerca e
inesperada solución.
3ª. Un matrimonio de
conveniencia. El marido (Juanjo Granda), aparentemente impertérrito, ve como se
le escapa entre los dedos la vida de su mujer (Cedma Morales), estoica
damisela, que ya no parece tan suya. Drama asegurado.
4ª. Otro matrimonio. Este en
dificultades económicas. Ella (María José) se hace teleoperadora. Pero sus
llamadas no acaban de convencer a su marido (Francisco Arellano). Hilarante
escena con bebé monísimo incluido.
Hay que destacar que
producciones de este calibre, con evidente falta de medios, sean capaces de
ofrecer la espectador resultados tan compactos y elaborados, donde el trabajo
actoral es la materia prima casi única para moldear un texto actual y
comprometido y dar como resultado puestas en escena que merecerían un mayor
recorrido escénico. Mucha mierda.
Programa de mano
MUJERES INFIELES, DE JUANA ESCABIAS
TEATRO LAGRADA, MADRID. ESTRENO 9 DE MAYO DE 2014.
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