La autorreferencialidad
es uno de los recursos artísticos que producen un efecto más clarividente en el
mundo del teatro. No son pocos los ejemplos que podrían ponerse al respecto.
Suelen provocar en el espectador una incorporación del mismo a la escena,
mediante el establecimiento laberíntico de un juego de espejos donde se diluye,
en cierta manera, la cuarta pared para hacer más accesible la ficción teatral.
Programa de mano |
Es curioso que el El
viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, no nazca como metateatro,
sino que en origen sea una novela, que su mismo autor adaptará, dirigirá e
interpretará para el cine. Su adaptación al teatro llega ahora de la mano del
texto de Ignacio del Moral y la dirección escénica de Carol López. Intentando
no repetirme más que el ajo, apuntaré que el que se siga insistiendo,
ridículamente y desde instituciones como el CDN, en denominar versión a lo que
es una adaptación de un género artístico a otro, raya ya en lo hilarante. De
cualquier obra pueden hacerse infinitas versiones o reinterpretaciones de la
misma. Ahora bien, cuando se traspone una obra artística de un género a otro,
esto en castellano y español se denomina adaptación. Y no se llama así por
caprichos nominalistas, sino porque las palabras dentro de un idioma han ido
adquiriendo un sentido que no puede quebrarse por el capricho de algunos
ilustrados de poca monta que no cuidan el lenguaje. Y cuando es evidente que no
se trata de una transformación impuesta por la práctica cotidiana sino por la
desidia.
Dicho esto hay que reconocer que esta adaptación, tanto
textual como escénica, me parece de gran mérito. Sin haber leído la novela, hay
que referirse necesariamente a la película, ya mítica, que sustenta esta obra
en el imaginario colectivo. Y hay que decir que esta puesta en escena sale
airosa ante tan complicado reto.
Argumentalmente se ha elegido
centrarse en el periplo de la compañía Iniesta-Galván, desde la llegada del
adolescente gallego e hijo ilegítimo del primer actor hasta la disolución de la
compañía teatral vagabunda y ambulante. Se ha optado por mantener la ficción de
que todo lo cuenta este primer actor, Carlos Galván, que desde su senectud
rememora su vida como actor. Curiosamente la parte reflejada en la puesta en
escena, y más alejada en el tiempo, es la que parece ser más real y apegada a
la realidad, llena de dificultades e ilusiones que se van diluyendo. La parte
eludida en la puesta en escena correspondería a la llegada del protagonista a
Madrid, que refleja un mayor grado de fantasía ya que refiere triunfos que
parece que nunca tuvieron lugar. El mantener esta especie de narrador sería la
única pega que yo le pondría a la adaptación, ya que sin la parte final en el
asilo no termina de entenderse y no parece que aporte mucho a una historia que
ya es atractiva por sí misma.
Actoralmente la puesta
en escena se nos presenta en un tono muy comedido que contribuye a hacer
verosímiles unos personajes que viven de hacer reír pero cuya vida transcurre
en unas circunstancias muy duras. La grandiosidad de la obra se establece en la
dicotomía entre un mundo en extinción y la savia nueva que viene a
revolucionarlo para finiquitarlo. Esta disyuntiva tiene su máximo exponente en
la rivalidad con el cinematógrafo, tanto en la competencia de su exhibición
como en su posibilidad como alternativa vital.
Este choque se refleja
magistralmente en la escena del “señoriiiiiitoo” donde el abuelo hace una
prueba para el cine. Siempre recordaré esta escena hecha para el cine por
Fernán Gómez como una de las más hilarantes que haya visto jamás. Pero también
hay que decir que Miguel Rellán hace posible que uno pueda revivirla en vivo
sin complejo ninguno. Un Rellán que curiosamente he estado viendo toda esta
temporada en el teatro Valle-Inclán sentado pocas filas detrás de mí y que
ahora ha saltado al escenario. Un escenario y un mundo teatral muchas veces
ingrato, como bien dejan patente los personajes de la obra, que se debería de dar
el lujo de ofrecer un gran papel a este gran actor español.
También hay que destacar
a Antonio Gil, que encarna un Carlos Galván muy acertado, camaleónico y serio,
que sostiene y reparte a la perfección el peso de la obra. También destacaría a
Tamar Nova que hace un pánfilo muy gracioso, y a todo el elenco que sabe
cambiar de registro cuando es necesario de forma admirable. Una pequeñita puya
metería al sugerir que pudiera formarse la compañía Molina-Viyuela, más que
nada por el exceso de vástagos y parentelas en producciones públicas. Y con
esto no digo que esté en contra de las sagas familiares en el teatro, pero
parece que hoy el mundo escénico es algo más variado. Aunque este país es el
que es.
Elenco |
Todo el entramado
escenográfico se muestra más alusivo al ambiente externo, polvoriento y
desangelado de un territorio inhóspito
manchego, que a reflejar con detalle el ámbito interno mísero y decadente de
una España de posguerra. Algunas
proyecciones hacen referencia a los sueños de grandeza del protagonista,
mientras que luces, vestuario y atrezo contribuyen de forma simple y eficaz a
conformar los diversos espacios y situaciones mediante índices y referencias
mínimos. El movimiento de los actores resalta por el contraste entre la viveza
gestual individual y la conformación de conjuntos parsimoniosos que entroncan
con un devenir más genérico, tanto vital como físico.
Fernán Gómez creo que
daría el visto bueno a esta adaptación. Aunque seguro que en ese momento
llegaría alguien a preguntarle por la versión. GRRRRRRRR.
EL VIAJE A NINGUNA PARTE
de FERNANDO FERNÁN GÓMEZ
Dirección: Carol López
Teatro Valle-Inclán de Madrid. Jueves 13 de marzo de 2014
EL VIAJE A NINGUNA PARTE
de FERNANDO FERNÁN GÓMEZ
Dirección: Carol López
Teatro Valle-Inclán de Madrid. Jueves 13 de marzo de 2014
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