sábado, 21 de diciembre de 2013

MONTENEGRO, DE ERNESTO CABALLERO

(VERSIÓN DE LAS COMEDIAS BÁRBARAS DE VALLE-INCLÁN)

Confieso mi debilidad por Valle-Inclán. Don Ramón María del. Esta nueva versión de la trilogía de las Comedias Bárbaras, compuesta por las obras Cara de Plata, Águila de Blasón y Romance de Lobos vuelve a subir a los escenarios en una producción del Centro Dramático Nacional. Es esta una versión a la que se ha titulado Montenegro, apellido de la estirpe o linaje protagonista, y ha sido escrita y dirigida por Ernesto Caballero.  En la misma se ha intentado sintetizar en unas tres horas una trilogía que en su versión ya mítica, también del CDN, de 1991 llegó a durar más de seis.

Por esta razón en primer lugar intento preguntarme que es lo que se ha hecho para conseguir esta reducción y cuál ha sido el resultado. En una primera apreciación puede afirmarse que se han eliminado la mayor parte de los elementos más costumbristas. Es decir, se han suprimido la mayoría de las escenas con los pobres, mendigos y gentes del lugar, que normalmente suponen agrupamientos escénicos de gran cantidad de personajes. Centrarse en Montenegro es hacerlo en el patriarca Don Juan Manuel. Sus hijos pierden algo de protagonismo. Don Miguel, Cara de Plata, es fundamental para entender toda la trama con Sabelita. Por eso es muy difícil quitarle protagonismo, aunque en esta versión aparece más bisoño y distante, perdiendo algo de fuerza su partida, que intenta remarcarse con un alarde carlista euskaldun de dudosa pertinencia. El resto de los hijos sólo pasan a primer término en el final de la obra, en ese Romance de Lobos que será decisivo para el desenlace. Al no haber aparecido prácticamente antes se les percibe distantes al drama que se está produciendo, en vez de sus inductores.

A este respecto es reseñable una cuestión que no me parece baladí y que contribuye a esta confusión. En la escena del secuestro y robo en la casa familiar, los ladrones aparecen enmascarados y para que el padre no los reconozca la voz cantante la lleva el actor Edu Soto, reconocido y reconocible por el público, que dobla este personaje pero cuya misión principal es encarnar a Fuso Negro. Este es otro de los personajes fundamentales de la trilogía. Su carácter simbólico, casi mágico, produce el efecto intemporal que introduce la trama dentro de los derroteros de la leyenda mítica. Su caracterización totalmente de blanco y con extraño atuendo, más gracioso que siniestro, no creo que sea un gran acierto.

La cuestión de Sabelita también tiene su importancia. Su figura es la que desencadena el conflicto y tiene un papel fundamental para entender y sostener toda la trama. Es verdad que su peso se desliza hacia Doña María hacia la mitad de la obra, muy bien reseñado en esta versión con la irrupción de esta por primera vez para marcar el descanso o intermedio de la representación.  Sin embargo esta transfusión de protagonismo queda un tanto desdibujada al escamotearse el peregrinaje de Sabelita una vez caída en desgracia. Se soluciona la cuestión apareciendo harapienta a pedir perdón a Doña María, e insólitamente vestida, ella que siempre aparece tan pulcra, con una pierna al descubierto donde más parece una fulana que una mujer atormentada. 



El personaje de Don Juan Manuel Montenegro es el central de toda la obra. Su transfiguración y cambio está referido, precisamente, a la muerte de su mujer Doña María. El inicio de la representación en la barca, cuando el personaje está totalmente desesperado y en pleno cambio, para efectuar a partir de entonces una especie de flash-back, no contribuye a perfilar a este personaje que necesita ser grandioso, majestuoso y señorial para comprender su efecto sobre los demás. Retomar la acción hacia la mitad de la segunda parte de la representación no parece aportar demasiado. Máxime cuando se escamotean un tanto las razones que le llevan a este cambio, ya que la escena con los pobres y todo el asunto de la tumba de su mujer no se presentan con la debida potencia, al igual que la escena de la cueva con Fuso Negro. Es, por tanto, este Don Juan Manuel Montenegro más víctima de sus circunstancias que de sí mismo. Parece superarle el mundo, cuando en Valle-Inclán siempre lleva las riendas de su destino y es claramente víctima de su propia arrogancia. Incluso al final, cuando cree poder redimir a los pobres, ya que no puede redimirse a sí mismo. Está este personaje,  encarnado por un gran Ramón Barea que hace lo posible por mantenerle incólume y digno, en un tris de naufragar ante el torrente de una vida y unos acontecimientos que parecen ganarle la partida al haber renunciado un tanto a su magnificencia.

La puesta en escena está estructurada en torno a transiciones rápida, donde se obvian los continuos cambios de lugar mediante la incorporación de una escenografía monumental cuyo fondo es un grandioso puente de piedra, practicable por encima, que enmarca los múltiples espacios necesarios que sólo necesitan de algo de tramoya y una iluminación muy pertinente para conseguir un efecto muy cinematográfico. Destacaría el trabajo físico actoral para caracterizar diversos animales, sobre todo caballos y perros, que provocan un efecto ilusionista muy destacable. También es un gran acierto la ilustración de ciertos pasajes mediante mímicas y pantomimas, así como la construcción de artefactos con los mismos cuerpos de los actores ayudados de cualquier adminículo.

Desafortunada por completo, aunque esto encierra otro gran debate, es la mIcrofonización parcial del segundo y tercer término del escenario, quedando el primer término para la voz natural. Todo ello provoca un efecto irreal que no contribuye al tono mágico-mítico deseado, sino a un desbarajuste en los agrupamientos donde el espectador no sabe algunas veces quién está hablando. También influye sobremanera en quitar esa fuerza que necesita Don Juan Manuel. Hay opiniones para todos los gustos en este ámbito, y no se trata de purismos. Aunque si que hay que resaltar que la presencia en vivo y en directo de los actores, y su percepción directa y natural, es uno de los grandes valores del teatro en el siglo XXI. Yo no voy al teatro para oír a los actores por un altavoz, para eso me quedo en casa con mi 5.1.



MONTENEGRO, DE ERNESTO CABALLERO
VERSIÓN DE LAS COMEDIAS BÁRBARAS DE VALLE-INCLAN
DIRECCIÓN: ERNESTO CABALLERO
REPARTO (Por orden alfabético)  Fran Antón, Ramón Barea, Ester Bellver, David Boceta, Javier Carramiñana, Bruno Ciordia, Paco Déniz, Silvia Espigado, Marta Gómez, Carmen León, Toni Márquez, Mona Martínez, Rebeca Matellán, Iñaki Rikarte, José Luis Sendarrubias, Edu Soto, Juan Carlos Talavera, Janfri Topera, Alfonso Torregrosa, Yolanda Ulloa y Pepa Zaragoza.

UNA PRODUCCIÓN DEL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL
TEATRO VALLE-INCLÁN  DE MADRID.
JUEVES 19 DE DICIEMBRE DE 2013

lunes, 16 de diciembre de 2013

BAILE DE HUESOS, DE ELENA BELMONTE



Algunos han definido o catalogado la obra Baile de huesos como una comedia negra. Indudablemente tiene tintes de comedia y busca hacernos reír. Aunque no todo el rato. El calificativo negra remite simbólicamente a la muerte, aunque también por extensión parece haberse confundido con el género policiaco. Sí que hay una búsqueda o una incertidumbre que domina toda la obra donde se establece, ni más ni menos, quién debe de morir. Cuatro personajes en la antesala de la muerte esperando a que esta se presente para llevarles consigo. Y se presenta. Pero no es el horripilante ser de la guadaña que siega nuestra existencia. Es un hombre sencillo, afable y parlanchín, con más pinta de funcionario que de verdugo, que incluso parece dudar de su labor.

Desmitificar o desdramatizar la muerte mediante el humor es algo que tiene una larga tradición occidental, desde los chistes de velatorio hasta las bromas macabras. Elena Belmonte ganó el premio Lázaro Carreter en 2010, que convoca el Centro Dramático de Aragón, con esta obra. Una obra que parece más de caracteres que de personajes. Estos son definidos inicialmente por su posicionamiento ante la vida. Pero esta experiencia de verse cara a cara ante la muerte hará que profundicen en su interior y muestren su verdadero ser.  Y este es el gran valor de la obra. Un gran reto actoral donde cada personaje debe de evolucionar y transformarse en sí mismo para afrontar lo inescrutable. 


La Sala Estudio 2- Manuel Galiana es una pequeña sala en el centro de Madrid que alberga a la compañía Martes Teatro, que dirige el mítico actor que da nombre a la misma.  Es un auténtico lujo poder ver a este gran actor en escena a tan sólo unos pocos metros, con la cercanía que proporcionan este tipo de teatros. Su caracterización amable de La Parca o Tánatos, que tantos nombres ha recibido, hace posible que los supuestamente enjuiciados puedan llegar expresarse liberándose de los tabúes sociales que les aprisionan. Tobías (Oscar Olmeda) es un fanfarroncete empeñado en matarse ante la pérdida, física, del amor. Es el que da el tono más jocoso y apostilla todo lo que sucede en escena. Lisa (Pilar Ávila) es una chica soñadora que vive encerrada en sus propias fantasías infantiles como reacción a su abandono materno. Es tierna, graciosa y buena. Mauro (Jesús Ganuza) es un hombre apocado que suple sus enormes carencias en habilidades sociales con la acumulación de conocimientos. Es un hombre de lo más gris que da mucho juego. Cora (Myriam Gas) ha tenido que luchar lo indecible para subir en la escala social. Por eso parece fría y calculadora, avariciosa y despiadada. 

¿Quién se irá con la muerte? Ese será el gran dilema de obra. Aunque seguramente será lo que menos importa, así como el aspecto no tan bien resuelto en un final sin tragedia. La puesta en escena está concebida alrededor de un espacio vacío, una caja negra con tres sillas, sin apenas efectos de iluminación y sonido, donde el trabajo actoral se apropia del primer plano y allí desarrolla todas sus matizadas variantes. Una clara oposición de caracteres entre Mauro y Tobías, así como entre Lisa y Cora, también enfatizan una evidente disonancia, en otro plano, entre Tobías y Cora, o entre Mauro y Lisa. La compañía anuncia un elenco en su publicidad que no corresponde con el que aquí se refleja, de lo que se infiere que varios miembros de la misma están siempre dispuestos a subir a las tablas. De igual manera, parece que en la obra dramática publicada la muerte es una mujer, algo que también sucede en algunas representaciones, y que en este caso habría que ver si este aspecto modificaría esencialmente la obra. Una compañía casi de repertorio. Me encanta. 



TITULO: "Baile de huesos"
AUTORA: Elena Belmonte Salmón
DIRECCIÓN: Manuel Galiana
REPARTO:
    Tobías: Oscar Olmeda
    Lisa: Pilar Ávila
    Mauro: Jesús Ganuza
    Cora: Myriam Gas
    La Muerte: Manuel Galiana

Compañía Martes Teatro 
Sala Estudio 2 – Manuel Galiana (Calle Moratines 11, Madrid)
Domingo 15 de diciembre de 2013. 12 euros.

jueves, 5 de diciembre de 2013

YO DE MAYOR QUIERO SER FERMÍN JIMÉNEZ, DE EL PONT FLOTANT



Cuando uno tiene la perspectiva de crecimiento, en sentido amplio, siempre quiere emular a alguien. Por eso se buscan modelos para imitar y en los que fijarse. Está bien que estos chicos de la compañía El Pont Flotant no quieran ser como ningún personaje histórico o famoso. Quieren ser de mayores como Fermín Jiménez, a la postre artista colega suyo que inspira su forma de vivir la vida.  Una vida más lúdica, que intenta sacar todo el jugo a la misma, que pretende ser buena y divertida, que quiere conquistar aquellas parcelas que nos hacen sentir mejor. Y todo ello mediante esas pequeñas cosas, aparentemente insustanciales, que construyen nuestra existencia. Una vida no necesariamente apegada a los grandes discursos y a las aterradoras profecías mediáticas de las que somos víctimas constantes y/o inconscientes .  Y es por eso que la consciencia de ese microcosmos vital se nos desvela como algo tan cabalmente antropológico y universal. 


Una escenografía con unos estores de fondo, que se va construyendo poniendo un suelo laminado y configurando así un espacio cotidiano con una mesa, dos sillas y un par de plantas, es todo lo que necesitan Alex Cantó y Jesús Muñoz para introducirnos en su particular mundo ficcional. Una ficción con reflejos de realidad donde los actores parecen encarnarse a sí mismos y donde la referencia de Fermín Jiménez también parece ser tan real que se le llama por teléfono en directo durante la representación. Y al que finalmente conoceremos mediante el video de cierre donde veremos todas esas pequeñas manías y actitudes que le caracterizan, y que se han parodiado durante la función. 
 

La obra se presenta con un panel, a modo de escaleta, a la vista del público dónde se establecen las acciones a realizar y los tiempos requeridos para las mismas. No hay trampa ni cartón. Los actores/personajes realizan las acciones más triviales, plenas de repeticiones y enumeraciones, para transmitir su visión del mundo. Y su visión es crítica con la forma en que vivimos, sin atender a las cosas que realmente importan. Siempre creándonos necesidades y expectativas innecesarias que no parecen reportarnos mucho. O casi nada. Y todo esto queda al descubierto mediante la aparente nimiedad de juegos como buscar canciones con una determinada palabra o jugando a las palas mientras van expresando aquello que harían en un minuto, una hora o un año libre, en un tiempo en el que no tuvieran que trabajar. 

El tiempo, o lo que hacemos con el mismo, es uno de los hilos conductores de la obra. El tiempo libre (las vacaciones), la forma en que organizamos nuestro tiempo (las agendas), el tiempo nuevo (los hijos). Es un tiempo futuro, no un tiempo pasado.  Por eso la obra nos invita a mirar hacia delante, con alegría y buen humor, y a no dejarnos atrapar por el oscurantismo de un tiempo de crisis que parece querer borrar o eliminar, de nuestras vidas y mentes,  la mismísima necesidad de vivir plenamente. 


Por todo eso El Pont Flotant me ha parecido una compañía solvente y divertida. Recuerda en algunos momentos al teatro de Rodrigo García o Angélica Lidell, pero pasados por la túrmix del espíritu mediterráneo, mucho más vitalista y luminoso, donde lo importante es resaltar el lado positivo de las cosas. Y todo ello dejando que la crítica sistémica aflore sutilmente. Ya se sabe que de Ruzafa a Torrefiel, todo puede pasar.


 Programa de mano hecho y repartido en escena


YO DE MAYOR QUIERO SER FERMÍN JIMÉNEZ
Compañía El Pont Flotant (Valencia)  (http://www.elpontflotant.es/)
Creación: El Pont Flotant
Interpretación: Àlex Cantó y Jesús Muñoz
Sala Cuarta Pared de Madrid. Miércoles 4 de diciembre de 2013
Duración: 80min Precio: 14€
Dentro de la Muestra de la Red de Teatros Alternativos

viernes, 22 de noviembre de 2013

TÍO VANIA, DE CHÉJOV



La compañía La pajarita de papel presenta en el teatro La puerta estrecha una nueva puesta en escena de Tío Vania de Antón Chejov. Es esta una de las obras más representadas del autor ruso y un estandarte de lo que se considera como teatro contemporáneo. 

Las obras de Chéjov no atienden decididamente a una trama casual, omnipresente, que determina el desarrollo secuencial (escénico) de la obra. Su particular forma de hacer se preocupa más por la creación de un ambiente, dónde unos personajes determinados exponen y muestran sus vidas mediante acciones aparentemente insignificantes. La fábula suele estar la mayor parte del tiempo velada y sólo irrumpe en escena para confirmar aquello que los personajes ya saben o sienten, precipitando el desarrollo de los acontecimientos.

Este teatro de personajes, que de todo se ha dicho sobre el mismo, cuenta normalmente con una nómina de papeles bastante amplia para repartir, por lo que su puesta en escena en salas pequeñas supone un desafío y una dificultad mayor.  La aparente falta de acción determina muchas veces que la puesta en escena tiene que saber captar ese ambiente interno, esa atmósfera densa que rodea a los personajes, ese ambiente en el que suceden las cosas y sin cuya comprensión puede dejar el conjunto como algo inconsistente. De ahí el fracaso de muchos montajes de larga duración que terminan por aburrir al espectador cuando están fuera de tono o no son capaces de establecer entre los personajes la necesaria tensión interna que marca su devenir en la fábula o historia.

Hacer Tío Vania en hora y cuarto tiene su mérito. Y sus riesgos. La propuesta de Rodolfo Cortizo gira en torno a la escenificación de lo esencial. Los personajes se reducen de 9 a 6, por lo que quedan fuera el obrero (cuya intervención es de figurante), María Vasilievna (el rol de la abuela de Sofía se funde un tanto con el de Marina, la vieja nodriza) y Teleguín (terrateniente borrachín que es más comparsa que otra cosa).  Se eliminan o reducen la mayor parte de los parlamentos redundantes y relativos a la ociosidad y el hastío que atrapa a los personajes. Se reestructuran y fusionan algunas escenas para conseguir un ritmo más ágil, intentando no perder esas sensaciones más propias de tiempos lentos.  El conjunto se hace así más compacto y funciona tanto a nivel de la fábula como del subtexto.


La interpretación, por tanto, resulta algo más vigorosa aunque intenta no caer en el apresuramiento.  Las mujeres están, desde mi punto de vista, más ajustadas al sentido chejoviano. Elena intenta, por todos los medios, no hacerse eco del efecto que produce en los hombres, mientras que Sonia lleva su amargura con una infantil resignación que, irónicamente, permitirá la vuelta a la cordura y la normalidad. Marina será ese contrapunto necesario de calma y mesura para que todo el conjunto se mantenga contenido. El profesor expresa y recalca en demasía su permanente enfado. El doctor quizá anda un pelín chulesco. Y Vania, probablemente, anda un tanto desesperado antes de tiempo. Los tres hombres abusan del alcohol, pero quizá abusan de la botella cuando debieran ser hombres más de vaso, algo más cultivados. La dicción argentina de Vania y el doctor cuesta un poco interiorizarla para el espectador español, pero con el paso de los minutos parece ir disipándose su efecto. No intento trivializar esta cuestión, ya que ha sido, es y puede ser el motivo de muchas disonancias escénicas el que los acentos y la dicción no estén bien ponderados. Y sobre todo cuando el elenco es mixto y los acentos no responden a cuestiones dramatúrgicas.

Para envolver y atrapar al espectador se ha recurrido a una escenografía que integra el dentro-fuera, con tres árboles que enmarcan sillas y mesas. Una ventana al fondo hace de foro, detrás de la cual entran y salen los actores hacia una extraescena (prolongada también por la puerta de acceso a la sala) cambiante que contribuye a configurar el propio espacio escénico.

Buena labor la desarrollada por el teatro La puerta estrecha, que mantiene diversas obras a la vez en cartel y durante tiempo prolongado, expurga clásicos de todas las epocas, da cancha a compañías invitadas y mantiene compañías tipo residentes. 

Programa de mano



TÍO VANIA, DE ANTÓN CHÉJOV
COMPAÑÍA LA PAJARITA DE PAPEL
Intérpretes
Marina: Concha Roales -Nieto,  Doctor: Nicolás Fryd, Tío Vania: Rodolfo Cortizo, Padre: Tucho, Sonia: Victoria Peinado Vergara, Elena: Patricia Domínguez del Pino
Dirección: Rodolfo Cortizo
Escenografía, Vestuario y Atrezo: La Puerta Estrecha
TEATRO LA PUERTA ESTRECHA DE MADRID
MARTES 19 DE NOVIEMBRE DE 2013
(http://www.teatrolapuertaestrecha.org/)  
Los martes, paga lo que puedas.