Revisitar el
teatro de Tennessee Williams es un una opción más que recurrente en el teatro
contemporáneo. Sus textos son impecables estructuralmente y responden fácilmente
a esa necesidad de puestas en escena que pretenden configurarse sin grietas,
resquicios o fisuras por donde pueda escaparse esa verosimilitud tan ansiada. Los
textos pueden ser redondos, pero el resultado tiene que verificarse en escena
donde sufren esa metamorfosis tan maravillosa que es el teatro. En un panorama
teatral donde parecían despreciarse los buenos textos, la literatura dramática,
resulta que siempre se vuelve a ellos ante la supuesta escasez de los actuales
y la evidente carencia textual de muchos creadores escénicos.
Esta puesta en
escena de "El zoo de cristal" parece estar más pensada para el
lucimiento de la artista principal, Silvia Marso, que para otra cosa. De hecho,
aún resultando una obra archiconocida por sus adaptaciones cinematográficas, el
autor de la versión (aunque firma como adaptador, y él sabrá por qué) y el
director de escena han privilegiado el personaje de Amanda, la madre
interpretada por la actriz señalada. Este desplazamiento genera una serie de
problemas más que evidentes, ya que en la segunda parte cuando se dirime el
futuro de su hija Laura y desaparece de escena la madre, todo queda demasiado
en evidencia.
Silvia Marso
encarna una Amanda más quisquillosa que amarga. Más tontuela que rancia. Se
muestra en un esplendor vital que no se corresponde con el personaje,
eclipsando a una hija que quiere dejar más por feuchina que por pava. Hay que
agradecer el trabajo de Pilar Gil que consigue superar todos estos impedimentos
y salir más que airosa de tan complicada papeleta. Sus movimientos contenidos,
su gestualidad inerme y cálida posibilita que la obra pueda sostenerse a pesar
de los pesares. Jim (Carlos García de Cortázar) está más en la línea banal y no
logra arrancar ese punto de tormento que debería de tener su personaje, aunque
seguramente no era nada fácil. Tom (Alejandro Aréstegui) si que colabora más
activamente a dar la réplica a Laura en ese diálogo íntimo que es el meollo
dramático de la obra, con una interpretación más austera y maleable.
Tennessee
Williams es uno de los autores más importantes del teatro del siglo XX. Destaca
por sus obras centradas en la gran depresión y por unos personajes duros y
camaleónicos que deben de enfrentarse a un mundo que bien ya no es el suyo o
los rechaza. Es un teatro de los perdedores forjado desde la gran potencia
hegemónica, que si bien parece despreciarlos, los necesita para configurarse
como real. De ahí que su instrumento sea el realismo, aunque matizado por los
sueños y aspiraciones de sus personajes. El que su obra haya sido llevado
tantas veces al cine, y adaptado a ese otro medio, no debe de invalidar un
teatro pensado para la escena y que se encuentra entre los de mayor profundidad
y solidez del teatro contemporáneo.
EL ZOO DE
CRISTAL, DE TENNESSEE WILLIAMS
DIRECCIÓN: FRANCISCO
VIDAL
TEATRO FERNÁN-GOMEZ
DE MADRID
SÁBADO 29 DE
NOVIEMBRE DE 2014
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