martes, 28 de octubre de 2014

GASOLINE BILL, DE RENÉ POLLESCH



No sé si anteriormente había llegado a España alguna obra de René Pollesch. El mismo programa de mano anuncia que es un autor muy poco conocido en España. Según algunas referencias que he encontrado por la red estudió con  Hans-Thies Lehmann en la universidad de Giesen (Alemania). Y de aquí intento tirar del hilo.

Lehmann en el excelso autor de un libro titulado "Teatro Postdramático", muy venerado por el que escribe. Fue traducido y publicado por el CENDEAC de Murcia en 2013, más de diez años después de su redacción original, y que vino a llenar el vacío que dejaba la sola traducción de algunos de sus artículos en español. El teatro postdramatico es un término acuñado para definir un teatro que intenta superar las rigideces de la poética aristotélica que remitía, necesariamente, al consabido planteamiento-nudo-desenlace y a la dependencia textual previa. En España hay insignes muestras de este teatro, que al partir de una definición negativa abarca muy diversas manifestaciones escénicas.

  
Volviendo a Gasoline Bill, la obra que presentó Pollesch en Madrid, dentro del ciclo "Una mirada al mundo" del CDN, la puesta en escena bascula, quizá abruptamente, entre aquello que se dice y cómo se dice. Hay que partir de la base que los actores no parecen encarnar personajes con una concreción psicológica, pero tampoco intentan parecer que son ellos mismos. Esto hace que se muevan en una incómoda indefinición, ya que el espectador no sabe quienes son esos seres que pululan por el escenario. Estos personajes vierten sobre las tablas una auténtica riada de parlamentos, que se adivinan intercambiables entre ellos, y que remiten fundamentalmente a cuestiones relativas a la propia esencia del ser humano, con evidente reminiscencias filosóficas y psicoanalíticas.

  
El inicio de la obra con los cuatro actores sentados en el proscenio y con traje de vaqueros, lanzando este maremágnum, a toda velocidad en alemán, no parece la técnica más propicia para que el espectador español que no sabe el idioma original siga esta avalancha verbal poblada, inexcusablemente de referencias locales germanas. Pero el resto del desarrollo de la obra no termina tampoco introducirnos en ese universo, que parece presentarse como una función de variedades al estilo del que se ofrece en algunos hoteles españoles para los turistas alemanes.

Este entorno banal discurre alrededor de media casa prefabricada de madera, al estilo del lejano oeste americano, donde en el anverso figura con grandes letras "keep out" y por el otro "last chance". Podríamos intuir que con estos términos la obra se movería entre ese quedarse fuera y esa última oportunidad, mientras esa inacabada casa gira sobre sí misma en lo que ellos mismos denominan la rueda de la plegaria. Osease, que todas las acciones aparentemente gratuitas e inconexas deberían de conectar con ese planteamiento vital donde se explicitan esas preguntas sin respuesta que apabullan al hombre moderno: la incomunicación, las obsesiones, el bien y el mal, etc. 


Pero para lograr todo esto el teatro postdramático debe de conectar con la idiosincrasia del espectador. Del público al que va dirigido. Por eso los planteamientos de este tipo de teatro, muy en la línea postmoderna donde no rigen ya las grandes explicaciones del mundo, deben de encontrar al espectador en un lugar común donde este pueda decodificar aquello que está viendo. A mi entender, creo que la diferencia cultural, en este caso, invalida la propuesta para el público español, que no puede reconocerse en este juego demasiado alejado de su/nuestro imaginario colectivo, convirtiendo la propuesta escénica en algo un tanto extraño. Aunque lo mismo es que yo no acabé nunca de entrar en el juego. No lo sé. Esta es mi impresión.

 
GASOLINE BILL
TEXTO Y DIRECCIÓN: RENÉ POLLESCH
UNA PRODUCCIÓN DEL TEATRO KAMMERSPIELE DE MUNICH (ALEMANIA)
DURACIÓN: 80 MINUTOS.
IDIOMA: ALEMÁN (CON SOBRETÍTULOS EN ESPAÑOL)
TEATRO VALLE-INCLÁN DE MADRID
SÁBADO 25 DE OCTUBRE DE 2014

viernes, 24 de octubre de 2014

LA ILIADA, DE HOMERO



Homero es, por excelencia, el poeta épico de la Grecia clásica. De la tríada tradicional, que distingue la literatura en épica, lírica y dramática, la épica parece el origen de la narrativa moderna occidental. Del relato de las hazañas de dioses y héroes surge específicamente la manera o forma literaria destinada a ser leída, para narrar y fijar diferentes acontecimientos en la memoria colectiva. La dramática, en el canon fijado por Aristóteles en su "Poética" se encargaría, sin embargo de reflejar hechos concretos susceptibles de ser representados. De ahí que hablemos de mímesis, y se define como "la imitación de una acción... realizada por personajes y no mediante narración... para un determinado fin o catarsis". De ahí que adaptar lo épico a lo dramático siempre requiere, cuando menos, una gran complejidad si no queremos desvirtuar por el camino el sentido primigenio de la obra.

Dimitris Maronitis parece haber realizado, según diversas referencias, una magnífica versión de La Iliada, de Homero, al trasladarla al griego moderno. Posteriormente Sthahis Livathinos ha realizado, junto a Elsa Andrianou, una adaptación de esta obra para el teatro. Adaptar es siempre pasar de un medio de expresión a otro, mientras que el término versión hace referencia a cualquier tipo de modificación textual sobre el mismo medio expresivo. Esta adaptación ha sido dirigida para la escena por el propio Livathinos y ha resultado este magnífico espectáculo de casi cuatro horas de duración, donde pese a la dificultad de la empresa no se ha suprimido ninguno de los 24 cantos originales de la epopeya homérica. Y esta se ha podido ver en Madrid, después de haber pasado también por el Festival de Mérida, con sobre-títulos en español.


De la puesta en escena hay que destacar su grandiosidad, tanto por su duración como por el elenco actoral formado por quince actores y un percusionista en directo. La dramaturgia aplicada destaca por el movimiento coreográfico de los actores, que van desplegando los diferentes cantos sin solución de continuidad, lo que hace que la enorme carga textual vaya fluyendo por el escenario de una manera casi etérea. Sobresalen las luchas o peleas dentro de un relato eminentemente bélico, que se solventan con frecuentes duetos corporales donde la técnica de las artes marciales y la ralentización de los movimientos hacen posible que pueda fluir armónicamente en  el imaginario del espectador todo un complejo entramado, que cinematográficamente requeriría miles de extras o su simulación informática.


Otro de los aspectos que contribuyen a la fluidez del espectáculo es la escasa o nula diferenciación entre el mundo de los humanos y de los dioses. Ambos mundos están interconectados e, incluso se produce el contacto entre ambos, pero en la puesta en escena todos los personajes parecen deambular en el mismo plano, alrededor de las murallas de Troya. A esto contribuye un vestuario modernizado, pero de corte mítico indeterminado, una expresión gestual enérgica y rotunda, una iluminación sin exabruptos y un espacio sonoro muy pertinente, sobre todo en los momentos que se necesita un determinado énfasis.

  
Otro grandioso éxito en esa nueva edición del ciclo "Una mirada al mundo", donde es posible descubrir a algunas de las grandes compañías internacionales y disfrutar de algo tan "exótico" como ver a Homero encima de las tablas y con una dicción griega sencillamente maravillosa. La ovación final fue de las más apasionadas de los últimos tiempos. También aconteció un extraño fenómeno,  en los actuales teatros madrileños, donde durante casi cuatro horas nadie del público osó romper la magia escénica y, por supuesto, apenas nadie desertó en el descanso de mitad de la obra. Fabuloso.

LA ILIADA, DE HOMERO.
DIRECCIÓN: STAHIS LIVATHINOS.
VERSIÓN GRIEGO MODERNO: DIMITRIS MARONITIS.
DRAMATURGIA: STAHIS LIVATHINOS Y ELSA ANDRIANOU.
VERSIÓN ORIGINAL EN GRIEGO, CON SOBRETITULOS EN ESPAÑOL.
DURACIÓN: 225 MINUTOS (CON INTERMEDIO) 
SÁBADO 18 DE OCTUBRE DE 2014
TEATRO VALLE INCLÁN DE MADRID
CICLO "UNA MIRADA AL MUNDO"