domingo, 21 de septiembre de 2014

MEDIDA POR MEDIDA, DE WILLIAM SHAKESPEARE Y DIRECCIÓN DE DECLAN DONNELLAN



Sublime puesta en escena de Measure for Measure de Shakespeare a cargo de Declan Donnellan, uno de los grandes directores británicos, que vuelve a Madrid ahora, un año después de su magnífico Ubú Roi, con este montaje en ruso en una producción de su compañía Cheek by Jowl y el Teatro Pushkin de Moscú, en coproducción, entre otros, con el CDN. Una de las mayores ovaciones vistas y oídas en los últimos años en los teatros de la capital.

Medida por Medida es una de las obras del genial bardo que se mueve a caballo entre la tragedia y la comedia. La acción se sitúa en Viena. El duque gobernante se ausenta de la ciudad y la deja en manos de un estricto subalterno, para ver si por esta vía se puede mejorar su gobernanza. Disfrazado de monje asistirá a las tribulaciones de Claudio, condenado a muerte por lascivia, y de su hermana Isabel, monja novicia, para salvarle del cadalso. La lección se nos mostrará plenamente vigente, ya que la intolerancia y los extremismos llevan en su seno el germen de la corrupción.


Una escenografía muy simple, con cinco grande cubos de color rojo, enmarcan un escenario vacío, sólo arropado por una música dulce y una iluminación exacta, donde los actores interactúan durante toda la obra formando un grupo que se mueve por todos lados dejando, o desgajando, a su paso a aquellos que configuran la siguiente escena. Con eso el director logra una gran movilidad de todo el elenco  y sugiere al espectador una especie de magia que crea los lugares y situaciones a partir del aparente caos y confusión que crea el grupo.

La interpretación de los actores del Teatro Pushkin, apremiada por este rutilante movimiento escénico, se manifiesta, sin embargo, pausada, contenida, serena y cálida, de la que surgen una dicción en ruso que parece desvanecerse en el aire ante la enérgica fragilidad de una gestualidad al servicio completo de la trama y que no se pierde en florituras innecesarias. El grupo enmarca y gestiona una conjunción tan perfecta que pareciera brotar espontáneamente de los actores, sin esfuerzo alguno.

Aunque todos los actores están espléndidos, destacaría a Anna Khalilulina, que en el papel de Isabel está verdaderamente maravillosa. Aparte de su gran belleza, hay que destacar su saber estar, su presencia imponente, sus gráciles movimientos y su gran versatilidad gestual, tanto para el drama como para la comedia. Soberbia.

Puesta en escena para saborear y recordar, donde lo aparentemente simple abarca toda la complejidad del gran Shakespeare para servirlo en su punto, plenamente vigente y actual. Es Donnellan, junto con otros grandes directores como Peter Brook, de aquellos que apuestan por darle el protagonismo a los actores y se dejan de experimentos dramatúrgicos, con gaseosa, de dudosa consistencia. Frente a esto, en un país como este, que carece de dramaturgistas, vemos como se impone taciturnamente la tendencia contraria. Las comparaciones son odiosas...





MEDIDA POR MEDIDA,  DE WILLIAM SHAKESPEARE
DIRECCIÓN: DECLAN DONNELLAN

UNA PRODUCCIÓN CHEEK BY JOWL Y TEATRO PUSHKIN DE MOSCÚ, EN COPRODUCCIÓN CON EL CENTRO DRAMÁTICO NACIONAL (ESPAÑA) , BARBICAN (LONDRES) Y LES GÉMEUX/SCEAUX/SCÉNE NATIONAL (FRANCIA)

VO EN RUSO CON SOBRETÍTULOS EN ESPAÑOL
TEATRO MARÍA GUERRERO DE MADRID
DURACIÓN: 1 HORA 40 MINUTOS.
SÁBADO 20 DE SEPTIEMBRE DE 2014

domingo, 14 de septiembre de 2014

LA SANGRE DE ANTÍGONA, DE JOSÉ BERGAMÍN


Dentro del ciclo "Una mirada al mundo" llega al CDN esta coproducción, con la Compañía Nacional de Teatro de México, de La sangre de Antígona de José Bergamín (1895-1983), uno de los grandes intelectuales exiliados después de nuestra guerra civil. Esta propuesta escénica nace de la magnífica dirección del español Ignacio García y una versión del hijo del propio autor, y nieto del mismísimo Carlos Arniches, Fernando Bergamín Arniches, sin olvidar la estupenda dirección artística de la compañía mexicana ejercida por Luis de Tavira. Todo un lujo al que hay que añadir un elenco actoral mexicano de auténtica calidad, entre los que destacan una Antígona sublime encarnada por Érica de la Llave y una feminizada Tiresías a la que da vida la mítica actriz Rosenda Monteros.

  
La Antígona de Sófocles privilegia el dilema moral de la protagonista, que pone de relieve la disensión entre la justicia divina y la humana. Muertos sus hermanos, Eteocles y Polinices,  y habiéndose matado entre ellos en el asalto a Tebas, ya que cada uno luchaba en un bando, el rey Creonte niega la sepultura al segundo por haber luchado contra los vencedores. Entonces Antígona reclama el derecho a enterrar a su hermano, debido a que en la muerte debemos ser todos iguales. Hay que recordar que esta obra es parte del ciclo Tebano, donde todos estos son hijos de Edipo, y el nuevo rey es su tío, hermano de la reina Yocasta. La maldición de los padres se extenderá y continuará en sus hijos en una deriva que lleva a la extinción de la extirpe incestuosa.

  
En La sangre de Antígona prevalece la cuestión fraticida sobre el dilema que llevará a su protagonista hacia la muerte. Es una clara reminiscencia de la guerra civil española, tamizada por el culto a la muerte tan mexicano, que dota al espectáculo de un ambiente lúgubre y de intensa emoción. Si a esto añadimos la confesa inclinación del autor, que siempre se consideró cristiano, y al cristianismo más próximo al comunismo que al capitalismo, completamos un cóctel perfecto de sensaciones, de gran potencia poética y claro sentido reconciliador. Este no excluye otro reivindicativo, del igual derecho de todos a enterrar a sus muertos, sin olvidar que la obra fue escrita en 1955, y que se ha manifestado en los últimos años  bajo la denominación de  "memoria histórica", evidenciando algunos flecos y chapuzas derivados de nuestra modélica transición a la democracia.

El espacio sonoro, en clave procesional de Semana Santa, provee al conjunto escenográfico de una gran solemnidad. Una estructura móvil divide el escenario en dos partes al inicio del espectáculo, y posteriormente configura los diferentes espacios, llegando incluso a ocupar todo el escenario en primer término, donde sus 4x2 vanos rectangulares resultan practicables para los actores. En su interior se verifican sugerentes claroscuros y un nivel superior de actuación en el segundo piso.


El texto de Bergamín es esencialmente poético, con claras reminiscencias barrocas, lorquianas, así como de canciones populares. Esta fusión greco-cristiana alcanza su máximo apogeo en el monólogo de Antígona sobre el pan y el vino, al que añade la espada. La acción no es lo que sustenta el espectáculo, sino la emoción y la potencia de las imágenes, a las que se unen multitud de detonaciones de pistola que perturban el evidente tono de recogimiento del resto de la obra. El vestuario está actualizado en los hombres, que visten uniformes militares fascistoides, mientras que las mujeres aparecen con un predominio de la túnica o toga griega. Aquí destaca el papel del coro, que ha sido transformado en un coro femenino, que aporta una visión materno-filial, muy apropiado para el giro dramatúrgico instaurado.

Es de agradecer el poder seguir viendo un teatro que te llega al estómago, que sin perderse en peripecias inútiles, lleva al espectador donde quiere llevarle, que le atrapa en su butaca y es capaz de llegarle a lo más hondo. Teatro de verdad. Con sentido y para los sentidos.

  
LA SANGRE DE ANTÍGONA, DE JOSÉ BERGAMÍN
COMPAÑIA NACIONAL DE TEATRO DE MEXICO
DIRECCIÓN: IGNACIO GARCÍA
VERSIÓN: FERNANDO BERGAMÍN ARNICHES
TEATRO MARÍA GUERRERO DE MADRID
CICLO UNA MIRADA AL MUNDO
13 DE SEPTIEMBRE DE 2014

domingo, 7 de septiembre de 2014

LA PIEDRA LUNAR, DE WILKIE COLLINS



Este sugestivo título hace referencia a un diamante con un origen turbio. En realidad, se trata de una novela de Wilkie Collins escrita en 1868 y que, según parece, luego adaptó para el teatro en 1877. De esta versión teatral no tenemos noticias en idioma español. Al no estar la adaptación o versión firmada, debemos atribuírsela a la directora de la compañía Teatreves, Berta G. Castiella. Sea lo que fuere, adaptar novelas al teatro siempre ha sido complicado debido a que es difícil plasmar en cien minutos aquello que necesita cuatrocientas páginas para su desarrollo narrativo. También hay que apuntar que existen varias adaptaciones cinematográficas, auque no demasiado relevantes.

Un buen tono general de actuación salva la propuesta, que adolece de algunos reparos tanto dramatúrgicos como escénicos. El género policíaco, aunque hoy ha evolucionado mucho, cuenta a su favor el elemento resolutivo que ata todos los cabos, lo que hace posible que la carpintería dramatúrgica discurra sin sobresaltos. ¿Quién es el culpable? Esta es la cuestión y todo queda explicado al final. La cuestión es si esta explicación cuenta con la fuerza dramática para sostener dos horas de función.


Sin destripar nada hay que decir que de fondo hay una historia de amor. Rachel dirime sus afectos entre Franklin y Godfrey, el uno un tarambana y el otro demasiado formal. Ella está muy bien, cursi cuando tiene que serlo y atormentada cuando toca. Franklin parece más un pasota que un señorito ingles. Godfrey esta impecable, casi siempre frío y serio. Equívocos, malentendidos y reproches aportan a la intriga un fondo dramático.
Todo esto no se ha aprovechado para darle a la parte cómica un mayor empaque. Si bien es cierto que Miss Clark, la puritana carabina que acompaña a Rachel, borda el personaje de una respingona institutriz, no se aprovecha esto para darle la comicidad necesaria. Pasa lo mismo con la sargento Cuff, que en el original seguramente sería un hombre, y que ha sido trasmutado en una Holmes, con pipa y lupa incluidos, de tono erótico festivo que contrasta tanto con el resto que parece fuera de lugar. 

El doctor está en su papel racionalista, y para una broma que lanza es la única que funciona, seguramente por inesperada. Penélope, la criada, es una señora mayor que me muestra, a veces, demasiado maternal. Y Mr. Betteredge es el criado que también hace el papel de narrador. En la novela parece que varios personajes ejercen esta función dando una perspectiva más variada a la acción. En este caso el criado es el encargado de incorporar al espectador al ambiente decimonónico británico. Su seriedad y buena dicción, así como su contención y sobriedad de movimientos, hacen que el arranque sea prometedor. Para suplir la falta de esas otras voces narradoras, se prodigan los apartes para que todo queda bien explicado, pero no suelen producir el efecto cómico que se esperaría de algunos de ellos.


La escenografía, como corresponde a este tipo de producciones, es bastante pobre, aunque se la ha querido dotar de un cierto barroquismo en el mobiliario (mesas, sillones, etc.) para establecer ese ambiente aristocrático. Unos paneles decorados de fondo, en forma de V, dejan al abertura central para las entradas y salidas de los actores, quedando únicamente a la izquierda una salida para la habitación de Raquel y otra a la derecha que no se sabe muy bien a donde da. Mover ocho actores en un escenario tan mínimo, como lo es el de esta sala, no deja de tener su mérito, impidiendo que se produzcan aglomeraciones y dejando siempre al público con una visión correcta de lo que sucede en escena. 


La compañía Teatreves montó antes de esta obra La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, por lo que su querencia por el mundo anglosajón del XIX parece clara. En este sentido hay que resaltar que muchas de las obras de este origen se hallan inéditas o sin estrenar en España. En definitiva, entretenido teatro policíaco sin complicaciones hermenéuticas en esta propuesta escénica en cartel en la sala Plot Point de Madrid. 


LA PIEDRA LUNAR, DE WILKIE COLLINS
Compañia Teatreves
Dirección: Berta G. Castiella
Sala Plot Point de Madrid.
6 de septiembre de 2014