Hace tiempo que había
leído esta obra de Chema Cardeña, estrenada en 1999, pero no había podido ver en
escena ninguna de sus obras. En un ámbito teatral dominado por la
"estrenitis" (enfermedad que obnubila el juicio de programadores y
directores teatrales que les impide vislumbrar como escenificable cualquier
obra estrenada en los últimos treinta o cuarenta años) es de agradecer esta
acertada apuesta por la dramaturgia actual y, a la vez, sui-generis que profesa
este autor valenciano-cordobés. Parece ser que sólo ha publicado dos trilogías,
una referente al siglo de oro español y otra de contexto helénico.
La puta enamorada se desarrolla en el siglo XVII, el siglo del
barroco y denominado de Oro de las letras españolas. Es el siglo de los grandes
dramaturgos como Lope de Vega y Calderón, de Pintores como Rubens o Murillo,
del declive de una España de validos como el Conde-Duque de Olivares y de reyes
medrosos como Felipe IV. Y en este ambiente se desarrolla una obra que tiene
como protagonistas a una actriz, La Calderona, amante del rey, su criado Lucio
y el pintor Diego Velázquez.
El triángulo que
conforman los personajes está clara, e intencionadamente, desquilibrado. Lucio,
bribón prototípico del gracioso del Siglo de Oro, es el contrapunto idóneo para
los devaneos de una actriz (oficio que en esa época era frecuentemente asociado
a la prostitución) de altos vuelos y un pintor de cámara en la cúspide de la
fama. Ninguno de ellos es noble, significativamente, aunque los dos últimos
bordean los ámbitos del poder.
El amor, como ya
apunta el título, es el eje de la acción. Pero la inestabilidad propia del
mismo se ve acentuada por estos desajustes de amores imposibles que hacen de la
obra un verdadero compendio de desagravios, un desiderátum a cuatro bandas que
incluye al rey ausente.
Todo esto hace que los
actores tengan que esforzarse al máximo para mantener una tensión dramática que
se explicita desde la misma aparición de los personajes, y que deben de
sostener estos sobre sus hombros ante la falta de apoyaturas discursivas
externas. Eva Marciel hace una Calderona de raza, enérgica y poderosa, a la que
cuesta creer rendida al amor. Federico Aguado forja un Velázquez más timorato
que calavera, que quizá acusa ser el sujeto más pasivo de los tres, aunque
ganaría mucho con una buena melena. Y yo destacaría a Javier Collado que encarna a un Lucio digno de la mejor tradición
del criado español, vago y mentiroso, socarrón y chocarrero, traidor, ladrón y
profundamente leal a sí mismo, y que sin embargo no dudará en vender a su
propia madre por un plato de lentejas. Al filo de la navaja se mueve este actor
para cuajar así, sin más y sin menos, un sublime y acertado personaje.
La escenografía también
me pareció de lo mejor. Unos cuantos elementos practicables conforman el taller
madrileño, del gran pintor sevillano, donde transcurre la acción. Lienzos de
cuadros cubiertos contrastan con espejos de cara al público, que dan una mayor
profundidad al escenario. Esto entronca perfectamente con el cuadro de Velázquez
que se toma como motivo principal de la acción, y que no es otro que La Venus del espejo. Si a esto añadimos la introducción en la trama
de la supuesta pertenencia del pintor a la perseguida secta de los iluminados o
alumbrados, ya tenemos un par de motivos que coadyuvan a ese claroscuro que es esta
entretenida y estupenda propuesta dramatúrgica y escénica.
LA PUTA ENAMORADA, DE CHEMA CARDEÑA
Dirección: Jesús Castejón.
Intérpretes: Eva Marciel (Calderona), Javier
Collado (Lucio, el criado) y Federico Aguado (Diego Velázquez).
Teatro Fernán-Gómez de Madrid.
Sábado 31 de enero de 2015.
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