miércoles, 4 de febrero de 2015

LA PUTA ENAMORADA, DE CHEMA CARDEÑA



Hace tiempo que había leído esta obra de Chema Cardeña, estrenada en 1999, pero no había podido ver en escena ninguna de sus obras. En un ámbito teatral dominado por la "estrenitis" (enfermedad que obnubila el juicio de programadores y directores teatrales que les impide vislumbrar como escenificable cualquier obra estrenada en los últimos treinta o cuarenta años) es de agradecer esta acertada apuesta por la dramaturgia actual y, a la vez, sui-generis que profesa este autor valenciano-cordobés. Parece ser que sólo ha publicado dos trilogías, una referente al siglo de oro español y otra de contexto helénico.


La puta enamorada se desarrolla en el siglo XVII, el siglo del barroco y denominado de Oro de las letras españolas. Es el siglo de los grandes dramaturgos como Lope de Vega y Calderón, de Pintores como Rubens o Murillo, del declive de una España de validos como el Conde-Duque de Olivares y de reyes medrosos como Felipe IV. Y en este ambiente se desarrolla una obra que tiene como protagonistas a una actriz, La Calderona, amante del rey, su criado Lucio y el pintor Diego Velázquez.




El triángulo que conforman los personajes está clara, e intencionadamente, desquilibrado. Lucio, bribón prototípico del gracioso del Siglo de Oro, es el contrapunto idóneo para los devaneos de una actriz (oficio que en esa época era frecuentemente asociado a la prostitución) de altos vuelos y un pintor de cámara en la cúspide de la fama. Ninguno de ellos es noble, significativamente, aunque los dos últimos bordean los ámbitos del poder.


El amor, como ya apunta el título, es el eje de la acción. Pero la inestabilidad propia del mismo se ve acentuada por estos desajustes de amores imposibles que hacen de la obra un verdadero compendio de desagravios, un desiderátum a cuatro bandas que incluye al rey ausente.


Todo esto hace que los actores tengan que esforzarse al máximo para mantener una tensión dramática que se explicita desde la misma aparición de los personajes, y que deben de sostener estos sobre sus hombros ante la falta de apoyaturas discursivas externas. Eva Marciel hace una Calderona de raza, enérgica y poderosa, a la que cuesta creer rendida al amor. Federico Aguado forja un Velázquez más timorato que calavera, que quizá acusa ser el sujeto más pasivo de los tres, aunque ganaría mucho con una buena melena. Y yo destacaría a Javier Collado que  encarna a un Lucio digno de la mejor tradición del criado español, vago y mentiroso, socarrón y chocarrero, traidor, ladrón y profundamente leal a sí mismo, y que sin embargo no dudará en vender a su propia madre por un plato de lentejas. Al filo de la navaja se mueve este actor para cuajar así, sin más y sin menos, un sublime y acertado personaje.


La escenografía también me pareció de lo mejor. Unos cuantos elementos practicables conforman el taller madrileño, del gran pintor sevillano, donde transcurre la acción. Lienzos de cuadros cubiertos contrastan con espejos de cara al público, que dan una mayor profundidad al escenario. Esto entronca perfectamente con el cuadro de Velázquez que se toma como motivo principal de la acción, y que no es otro que La Venus del espejo.  Si a esto añadimos la introducción en la trama de la supuesta pertenencia del pintor a la perseguida secta de los iluminados o alumbrados, ya tenemos un par de motivos que coadyuvan a ese claroscuro que es esta entretenida y estupenda propuesta dramatúrgica y escénica.








LA PUTA ENAMORADA, DE CHEMA CARDEÑA


Dirección: Jesús Castejón.


Intérpretes: Eva Marciel (Calderona), Javier Collado (Lucio, el criado) y Federico Aguado (Diego Velázquez).


Teatro Fernán-Gómez de Madrid.


Sábado 31 de enero de 2015.

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