lunes, 23 de febrero de 2015

LA ISLA DE LOS ESCLAVOS, DE PIERRE DE MARIVAUX.




La isla de los esclavos es una obra de 1725 escrita por Pierre de Marivaux. Es este un dramaturgo que cultiva la comedia y cuyas obras más reconocidas son Juegos de amor y azar y La doble inconstancia. Marivaux es un hombre de la ilustración que cultiva la comedia de enredo, deudora tanto de la Commedia dell´Arte como de Molière. 

 

 


En esta obra dos patricios atenientes naufragan en esta misteriosa isla gobernada por esclavos fugados que han impuesto su ley. Estos patricios llegan a la misma acompañados por un esclavo de su mismo sexo. Ifícrates es el señor de Arlequín y Eufrosina es la señora de Cleantis. A su llegada, Trivelín, que es el único personaje de la isla que aparece y que se erige en su portavoz, les comunica que los esclavos quedan libres y que los señores, si quieren vivir, deben de pasar a ser esclavos de los mismos. De esta manera tendrán la oportunidad de redimir sus pecados y manumitirse.


Este cambio de roles genera situaciones paradójicas a partir de las cuales los personajes podrán mostrar su verdadero carácter y su más profunda humanidad. La ridiculización de las costumbres de los señores dará el tono cómico a la obra, mientras que no se descuida el aspecto moral. Para contemplar este no hay que olvidar la época en la que está escrita la obra, y al final se nos viene a decir que las situaciones son intercambiables, por lo que los señores deben de procurar ser justos y los esclavos solícitos. El director de la obra introduce un inquietante gesto final que actualiza el mensaje sin perder ni un ápice del discurso.

 

 


La escenografía se limita a un circulo en el suelo, con casillas blancas y negras a modo de tablero de ajedrez, donde discurre la acción. Fuera de este espacio acotado solo se  hallan varias sillas donde parecen esperar los actores-personajes el momento de su actuación. El vestuario es sobrio y armoniza con el resto al estar configurado a base de túnicas blancas para los señores y negras para los esclavos, aunque cuando cambian los roles se actualizan por medio de un sobretodo que cubre los brazos.


Así pues, el grueso de la obra descansa sobre el trabajo actoral. Hay que destacar la sobriedad de todos los actores, que logran atrapar al público en esta fábula de la que habría que elucidar su naturaleza utópica o distópica. Sin desmejorar a nadie, destacaría a Ana Mayo en el papel de Cleantis. Su gracia natural y aspecto aniñado, junto con su magnífica técnica, hacen que se coma el escenario. Su exuberante expresividad, dentro de  la contención armónica del conjunto, hace que sus gracias y peripecias llenen el escenario de una gran calidez. De esta manera aporta la gracia necesaria a una comedia filosófica que puede naufragar en la monotonía o uniformidad. También es verdad que los papeles de esclavos son mucho más agradecidos que los de amos.

 

 


Hay que destacar, por último, que se puedan rescatar producciones que no han tenido demasiado recorrido y que merece la pena volver a ofrecer al público. En este caso la obra ya la puso la misma compañía en el Teatro Fernán-Gómez en el otoño de 2013. Ahora puede verse (aunque sea un día a la semana) dentro de la variada programación de la sala Nave 73.


 


La isla de los esclavos, de Pierre de Marivaux.


Compañía Venezia Teatro


Intérpretes:


Eufrosina - Iris Díaz
Cleantis -
Ana Mayo
Arlequín -
Borja Luna
Trivelín -
Javier Lago
Ifícrates -
Antonio Lafuente


Dirección: José Gómez


Sala Nave 73.


Mardrid, viernes 20 de febrero de 2015

miércoles, 4 de febrero de 2015

LA PUTA ENAMORADA, DE CHEMA CARDEÑA



Hace tiempo que había leído esta obra de Chema Cardeña, estrenada en 1999, pero no había podido ver en escena ninguna de sus obras. En un ámbito teatral dominado por la "estrenitis" (enfermedad que obnubila el juicio de programadores y directores teatrales que les impide vislumbrar como escenificable cualquier obra estrenada en los últimos treinta o cuarenta años) es de agradecer esta acertada apuesta por la dramaturgia actual y, a la vez, sui-generis que profesa este autor valenciano-cordobés. Parece ser que sólo ha publicado dos trilogías, una referente al siglo de oro español y otra de contexto helénico.


La puta enamorada se desarrolla en el siglo XVII, el siglo del barroco y denominado de Oro de las letras españolas. Es el siglo de los grandes dramaturgos como Lope de Vega y Calderón, de Pintores como Rubens o Murillo, del declive de una España de validos como el Conde-Duque de Olivares y de reyes medrosos como Felipe IV. Y en este ambiente se desarrolla una obra que tiene como protagonistas a una actriz, La Calderona, amante del rey, su criado Lucio y el pintor Diego Velázquez.




El triángulo que conforman los personajes está clara, e intencionadamente, desquilibrado. Lucio, bribón prototípico del gracioso del Siglo de Oro, es el contrapunto idóneo para los devaneos de una actriz (oficio que en esa época era frecuentemente asociado a la prostitución) de altos vuelos y un pintor de cámara en la cúspide de la fama. Ninguno de ellos es noble, significativamente, aunque los dos últimos bordean los ámbitos del poder.


El amor, como ya apunta el título, es el eje de la acción. Pero la inestabilidad propia del mismo se ve acentuada por estos desajustes de amores imposibles que hacen de la obra un verdadero compendio de desagravios, un desiderátum a cuatro bandas que incluye al rey ausente.


Todo esto hace que los actores tengan que esforzarse al máximo para mantener una tensión dramática que se explicita desde la misma aparición de los personajes, y que deben de sostener estos sobre sus hombros ante la falta de apoyaturas discursivas externas. Eva Marciel hace una Calderona de raza, enérgica y poderosa, a la que cuesta creer rendida al amor. Federico Aguado forja un Velázquez más timorato que calavera, que quizá acusa ser el sujeto más pasivo de los tres, aunque ganaría mucho con una buena melena. Y yo destacaría a Javier Collado que  encarna a un Lucio digno de la mejor tradición del criado español, vago y mentiroso, socarrón y chocarrero, traidor, ladrón y profundamente leal a sí mismo, y que sin embargo no dudará en vender a su propia madre por un plato de lentejas. Al filo de la navaja se mueve este actor para cuajar así, sin más y sin menos, un sublime y acertado personaje.


La escenografía también me pareció de lo mejor. Unos cuantos elementos practicables conforman el taller madrileño, del gran pintor sevillano, donde transcurre la acción. Lienzos de cuadros cubiertos contrastan con espejos de cara al público, que dan una mayor profundidad al escenario. Esto entronca perfectamente con el cuadro de Velázquez que se toma como motivo principal de la acción, y que no es otro que La Venus del espejo.  Si a esto añadimos la introducción en la trama de la supuesta pertenencia del pintor a la perseguida secta de los iluminados o alumbrados, ya tenemos un par de motivos que coadyuvan a ese claroscuro que es esta entretenida y estupenda propuesta dramatúrgica y escénica.








LA PUTA ENAMORADA, DE CHEMA CARDEÑA


Dirección: Jesús Castejón.


Intérpretes: Eva Marciel (Calderona), Javier Collado (Lucio, el criado) y Federico Aguado (Diego Velázquez).


Teatro Fernán-Gómez de Madrid.


Sábado 31 de enero de 2015.