martes, 18 de marzo de 2014

EL VIAJE A NINGUNA PARTE, DE FERNANDO FERNÁN GÓMEZ



La autorreferencialidad es uno de los recursos artísticos que producen un efecto más clarividente en el mundo del teatro. No son pocos los ejemplos que podrían ponerse al respecto. Suelen provocar en el espectador una incorporación del mismo a la escena, mediante el establecimiento laberíntico de un juego de espejos donde se diluye, en cierta manera, la cuarta pared para hacer más accesible la ficción teatral.

Programa de mano
Es curioso que el El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, no nazca como metateatro, sino que en origen sea una novela, que su mismo autor adaptará, dirigirá e interpretará para el cine. Su adaptación al teatro llega ahora de la mano del texto de Ignacio del Moral y la dirección escénica de Carol López. Intentando no repetirme más que el ajo, apuntaré que el que se siga insistiendo, ridículamente y desde instituciones como el CDN, en denominar versión a lo que es una adaptación de un género artístico a otro, raya ya en lo hilarante. De cualquier obra pueden hacerse infinitas versiones o reinterpretaciones de la misma. Ahora bien, cuando se traspone una obra artística de un género a otro, esto en castellano y español se denomina adaptación. Y no se llama así por caprichos nominalistas, sino porque las palabras dentro de un idioma han ido adquiriendo un sentido que no puede quebrarse por el capricho de algunos ilustrados de poca monta que no cuidan el lenguaje. Y cuando es evidente que no se trata de una transformación impuesta por la práctica cotidiana sino por la desidia.

Dicho esto  hay que reconocer que esta adaptación, tanto textual como escénica, me parece de gran mérito. Sin haber leído la novela, hay que referirse necesariamente a la película, ya mítica, que sustenta esta obra en el imaginario colectivo. Y hay que decir que esta puesta en escena sale airosa ante tan complicado reto. 
Argumentalmente se ha elegido centrarse en el periplo de la compañía Iniesta-Galván, desde la llegada del adolescente gallego e hijo ilegítimo del primer actor hasta la disolución de la compañía teatral vagabunda y ambulante. Se ha optado por mantener la ficción de que todo lo cuenta este primer actor, Carlos Galván, que desde su senectud rememora su vida como actor. Curiosamente la parte reflejada en la puesta en escena, y más alejada en el tiempo, es la que parece ser más real y apegada a la realidad, llena de dificultades e ilusiones que se van diluyendo. La parte eludida en la puesta en escena correspondería a la llegada del protagonista a Madrid, que refleja un mayor grado de fantasía ya que refiere triunfos que parece que nunca tuvieron lugar. El mantener esta especie de narrador sería la única pega que yo le pondría a la adaptación, ya que sin la parte final en el asilo no termina de entenderse y no parece que aporte mucho a una historia que ya es atractiva por sí misma.
Actoralmente la puesta en escena se nos presenta en un tono muy comedido que contribuye a hacer verosímiles unos personajes que viven de hacer reír pero cuya vida transcurre en unas circunstancias muy duras. La grandiosidad de la obra se establece en la dicotomía entre un mundo en extinción y la savia nueva que viene a revolucionarlo para finiquitarlo. Esta disyuntiva tiene su máximo exponente en la rivalidad con el cinematógrafo, tanto en la competencia de su exhibición como en su posibilidad como alternativa vital.
Este choque se refleja magistralmente en la escena del “señoriiiiiitoo” donde el abuelo hace una prueba para el cine. Siempre recordaré esta escena hecha para el cine por Fernán Gómez como una de las más hilarantes que haya visto jamás. Pero también hay que decir que Miguel Rellán hace posible que uno pueda revivirla en vivo sin complejo ninguno. Un Rellán que curiosamente he estado viendo toda esta temporada en el teatro Valle-Inclán sentado pocas filas detrás de mí y que ahora ha saltado al escenario. Un escenario y un mundo teatral muchas veces ingrato, como bien dejan patente los personajes de la obra, que se debería de dar el lujo de ofrecer un gran papel a este gran actor español.
También hay que destacar a Antonio Gil, que encarna un Carlos Galván muy acertado, camaleónico y serio, que sostiene y reparte a la perfección el peso de la obra. También destacaría a Tamar Nova que hace un pánfilo muy gracioso, y a todo el elenco que sabe cambiar de registro cuando es necesario de forma admirable. Una pequeñita puya metería al sugerir que pudiera formarse la compañía Molina-Viyuela, más que nada por el exceso de vástagos y parentelas en producciones públicas. Y con esto no digo que esté en contra de las sagas familiares en el teatro, pero parece que hoy el mundo escénico es algo más variado. Aunque este país es el que es.

Elenco
Todo el entramado escenográfico se muestra más alusivo al ambiente externo, polvoriento y desangelado de un territorio  inhóspito manchego, que a reflejar con detalle el ámbito interno mísero y decadente de una España de posguerra.  Algunas proyecciones hacen referencia a los sueños de grandeza del protagonista, mientras que luces, vestuario y atrezo contribuyen de forma simple y eficaz a conformar los diversos espacios y situaciones mediante índices y referencias mínimos. El movimiento de los actores resalta por el contraste entre la viveza gestual individual y la conformación de conjuntos parsimoniosos que entroncan con un devenir más genérico, tanto vital como físico.
Fernán Gómez creo que daría el visto bueno a esta adaptación. Aunque seguro que en ese momento llegaría alguien a preguntarle por la versión. GRRRRRRRR.

EL VIAJE A NINGUNA PARTE
de FERNANDO FERNÁN GÓMEZ
Dirección: Carol López
Teatro Valle-Inclán de Madrid. Jueves 13 de marzo de 2014